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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 289 En virtud de la consagración bautismal todos los cristianos están llamados a esta purificación de los elementos mundanos, pero sobre todo lo están quienes desean vivir más plenamente esta consagración bautismal, por lo que han de tratar de evitar todos aquellos obstáculos que impidan la caridad perfecta. La purificación cristiana implica esen­ cialmente un «salir del mundo», en imitación de Jesús, por un apartarse del mal que reina en él, actuando el esfuerzo ascético y sobrellevando la cruz de Jesús, sus mismo dolores y desprecios (Jn 17, 15 Heb 13, 13). Y todo esto en virtud de una tensión escatológica de futuro, en vir­ tud de una esperanza (Fp 3, 13b), que mira a Jesús como al autor y consumador de la Fe (Heb 12, 2a), y tiende a purificarse precisa­ mente porque El es puro (1 Jn 3, 3). Esta postura lleva a vivir en el mundo como de paso, sabiendo que su esquema pasa (1 Cor 7, 31), y lleva a comportarse como extranjeros en esta tierra (1 Pd 1, 22s), en postura de búsqueda continua del Reino, en tensión hacia los bienes de arriba y no hacia los de aquí (C1 3, ls Heb 13, 14). La exhortación de Pablo a no conformarse con este mundo (Rm 12, 2), a no formarse de acuerdo con sus principios, a no adquirir sus mismas formas de proceder, conduce al hombre a la creatividad y a la apertura, ya que la complacencia carnal es siempre enemiga de la creatividad espiritual. La purificación de los impedimentos le conduce al hombre a una inte­ gración, liberándole de toda neurosis, y le proporciona una tensión creativa nueva, síntoma de la libertad, propia del estado de integra­ ción y propia también de la vida espiritual (G1 5, 1) y necesaria ade­ más para la perfecta respuesta a la llamada. Cuando Jesús anuncia las condiciones para su seguimiento, concre- tiza aquellas realidades de las que el llamado se ha de separar, de for­ ma que pueda encontrarse en plena disponibilidad a la llamada del Señor. En primer lugar Jesús exige un amor preferencial a El por en­ cima de cualquier otra vinculación familiar; el llamado ha de respon­ der primariamente a la vocación del Señor y a la exigencia de su Reino, sin ceder al mero amor natural (Mt 10, 13 Le 14, 26 cf. et. 9, 59ss). El mismo Jesús dio ejemplo de este desprendimiento, cuando niño aún y como anticipo de su vida y de su muerte, se portó como dependiente sólo de su Padre Dios en todo el ejercicio de su misión; así lo mostró al separarse de sus padres por quedarse en el templo (Le 2, 43. 49 cf. Me 3, 31-35 Jn 19, 26); fue el instinto del Reino y el entrar en situación de misión lo que obró en El este desprendimiento sin amar­ guras: su deseo de hacer la voluntad de su Padre y patentizar de este

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