PS_NyG_1984v031n002p0285_0310

LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 287 a producir el cumplimiento de unas reglas, sino que coloca a la perso­ na en situación de apertura a un Dios que se muestra siempre llaman­ do. La vocación está además orientada al servicio, en una tensión de futuro, y sólo la dimensión interpersonal, experimentada incluso en el pecado mismo, es la única condición de posibilidad, humanamente ma­ dura, que puede abrir al hombre eficazmente a la llamada de Dios. Si la inconformidad con uno mismo y con sus modos de proceder y el interés por alcanzar un ideal son capaces de provocar inicialmente el deseo de una purificación, su sentido último y pleno, aquel que le pue­ de hacer definitivamente eficaz, se encuentra sólo en la relación inter­ personal con Dios, pues sólo ahí tienen sentido pleno tanto el pecado como la respuesta a la llamada. En el hecho además de que Jesús coloque la necesidad de la conversión como una condición para su seguimiento aparece también su carácter interpersonal: la abnegación propia y el cargar con la propia cruz diariamente detrás de Jesús, en su seguimiento, es la condición para quien quiera ir tras El (Le 9, 23 ss.). Esta abnegación, según el sentido original del término evan­ gélico, significa perderse de vista uno a sí mismo, no tenerse en cuen­ ta, renunciar incluso a los amores más queridos y a la propia vida en orden a mantener los valores de Jesús (Jn 12, 24 ss.). Esta abnega­ ción, que es la condición para el seguimiento, está dinamizada por él, pero no se puede identificar plenamente con él, sino que constituye sólo su primer paso: el ponerse en la recta dirección, dejando de mirar atrás (Le 9, 62 Fp 3, 13b); el seguimiento pleno indica todavía una realidad más profunda y más interpersonal de vinculación plena con Jesús y con su vida y misión. La purificación lleva consigo un proceso de conversión, que, según la teología paulina, se orienta a la renovación de la vida (C1 3, 10), en la que tiene una importancia capital la renovación de la mente; esta situación de renovación interior por el conocimiento de la Verdad es el fin de todo este proceso de conversión y purificación (2 Tm 2, 25). La renovación, según Pablo, implica estos tres pasos: purificación del hombre y de sus concupiscencias (Tt 2, 12), renovación de los pla­ nes por el Espíritu y renovación del hombre nuevo, interior, por la Revelación (Ef 4, 22 s.). Es así como se da el salto del servicio de la corrupción al servicio para la libertad (Rm 6, 19 ss.; 8, 10. 21); es así como, crucificadas las concupiscencias de la carne (G1 5, 24; 6, 14 C1 3, 4 ss.), más aún muerto el hombre a su propio yo, hace que Cristo viva en él (G1 2, 20) y de este modo la persona pasa a

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz