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308 JE SU S LUZARRAGA típico y determinante de Israel como pueblo religioso y esta su voca­ ción y misión es la que le irá purificando, para que su respuesta sea plena en la elección de un Dios, que es el Trascendente y que ha ele­ gido a todo el pueblo únicamente para Sí (Ex 4, 22s Jos 23, 14-18). El representante de este pueblo, que aparece purificado por su mi­ sión en medio de los pueblos, es el Siervo de Yahweh. El Siervo es el llamado por Dios (Is 49, lb-3), que siente todo el peso de su voca­ ción y el cansancio de su ministerio; pero es esto lo que le hace apoyarse puramente en Dios (Is 49, 4) y, así purificado, Dios le con­ cede una extensión de su misión no sólo a Israel, sino también a todas las naciones (Is 49, 5s). Pero no sólo al primogénito entre los pueblo, sino también al primogénito de muchos hermanos, al primogénito de entre los muer­ tos (Rm 8, 29 C1 1, 18), Dios Padre determinó purificarle, es decir, mostrarle perfecto mediante el sufrimiento. A Jesús, a pesar de ser Hijo, le hizo su Padre Dios pasar por la prueba, por la obediencia en el dolor, para que se capacitara en su ministerio sacerdotal y pudiera acercar a todos a Dios (Heb 2, 10; 5, 8s). Esta purificación de Jesús fue obrada mediante la presencia de su Cruz, iluminada en su sentido de misión. Cuando del interior de Jesús brotaba ante la presencia de la muerte, como mal que suprime el don de la vida en el hombre, la oración de la sensibilidad, pidiendo al Padre la liberación de aquel momento, fue la consideración de su misión, de la voluntad del Padre, lo que determinó en Jesús el cambio de oración y así pasó a la oración de la misión, pidiendo no ya la liberación de la hora, sino la glorifica­ ción del Nombre del Padre (Jn 12, 28a). De este modo Jesús dio tes­ timonio de su plena respuesta vocacional a la misión del Padre y en ella aparecía ya como perfecto, al responder fielmente incluso a las exi­ gencias más extremas de la misión. Y esta misma experiencia en su vida es la que le servirá a Jesús para indicar a los discípulos el camino de la purificación, ya que el siervo y el discípulo han de ser como su Señor y Maestro (Mt 10, 24). Jesús indica a los suyos que también ellos han de pasar por el crisol de la prueba (Jn 15, 20) y a Pablo le presagia cuánto habrá de pade­ cer por su Nombre (He 9, 16), pues el camino para entrar en el Reino, en el pleno gozo de la posesión de Dios, es a través de muchas tribu­ laciones (He 14, 22); con ellas el Señor va purificando a quien El ama (Ap 3, 19 cp. Pf 3, 12). La purificación plena en este seguimiento de Jesús sólo se alcanza

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