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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 305 da purificado de sus búsquedas infantiles y acepta el riesgo de seguir sirviendo en pura entrega (Jn 15, 19s). Pero la purificación definitiva está aún por llegar (Jn 20, 7-17). Y de nuevo se presenta como un drama. Jeremías siente que es la irri­ sión cotidiana de la plebe y maldice el día de su nacimiento; en este estado trata de acallar la palabra de Dios dentro de sí, pero Dios le había agarrado tan fuerte, de tal manera le había seducido que se le hace imposible renunciar a su misión profetica. Y ahí en medio de esa tensión es cuando llega a purificarse plenamente. Jeremías se había aferrado excesivamente a lo largo de su ministerio más a la segunda parte de la promesa asistencial de Yahweh —«para librarte»— , enten­ dida como liberación actual de sus adversarios, que a la primera y esen­ cial —«Yo estoy contigo»— . Ahora, por fin, cae en la cuenta de que lo primero y fundamental en su vida es que Dios está con él y que además es más fuerte que sus adversarios. Jeremías al final de todo este proceso hará una invitación para cantar al Dios que salva a los pobres. Ha quedado purificado. Así lo muestra ya todo el resto de su ministerio. Jeremías caerá en prisión (Jn 37, 1-38, 40) y, desterrado, en ella terminará también sus días (Jn 42, 1-43, 7), después de haber fracasado en todos los intentos de su predicación profètica (Jr 44, 1-9). Pero Dios no ha fracasado en Jeremías: Jeremías con su vida ha dado testimonio de Alguien, que es el Totalmente Otro, el que está más allá de toda sensibilidad y éxito humano y que ha sido su esperanza y su fuerza, Dios, que le ha ido purificando por medio de la pura fe en El. Dios con sus continuas purificaciones le ha demostrado a Jeremías que El no es el Dios de la sensibilidad, de las frustraciones humanas ni el resultado de sus compensaciones, un deus ex machina para las necesi­ dades del instinto. La fe le ha purificado al profeta de su narcisismo inicial hasta lo más profundo de su ser; la vocación, al ir contra su inclinación natural, se ha insertado en su carne y ha integrado sus ten­ dencias en una nueva dirección sobrenatural, concediéndole la libertad de respuesta a todas sus exigencias vocacionales. Como se observa en este ejemplo, la fe en la presencia de Dios y la experiencia de su llamada no suprime la crisis ni la angustia de la vocación, sino que más bien la va provocando a lo largo de todo el proceso de la elección acerca del trabajo por Dios y en el esfuerzo por responder a su llamada. A pesar de la certeza vocacional en la fe y porque esta certeza se basa precisamente en la fe, continúa siempre la angustia natural ante la impredictibilidad de Dios, del Totalmente

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