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304 JESUS LUZARRAGA llamado con todas sus consiguientes renuncias no será nunca una frus tración, sino la vivencia de un amor fuerte, que es lo único que puede purificar y liberar sin amarguras de todos los demás condicionamientos que se opongan a la entrega vocacional. Y esta integración de los mo tivos, de las razones que mueven a la purificación, es lo que dará un sentido pisitivo a toda la sucesión de renuncias, que el llamado tenga que hacer en orden a la capacitación perfecta para la respuesta a la llamada a Dios. * * * La literatura bíblica ofrece grandes ejemplos de este proceso de purificación. El proceso llega a su plenitud y perfección cuando la bondad de Dios, que es la causa de toda purificación, se siente más allá de toda sensibilidad, en pura fe. En esta muerte total a la sensi bilidad, para vivir solamente de la fe y la entrega, más allá de todo temor, es donde el llamado queda radicalmente purificado, incluso de sí mismo, para vivir solamente para Dios. Un ejemplo típico de esta situación lo descubrimos en la vocación de Jeremías. En un momento determinado de su vida, llegó a él la Palabra del Señor, que intentaba sacarle de sí, para lanzarle en una nueva dirección. Jeremías se echa a temblar y objeta con razones que le presenta su narcismo: No sé hablar... soy joven... (Jr 1, 6). Pero Dios no admite esta objeción, pues El es fuerte para capacitarle a Jere mías en su misión y librarle de quien se le oponga en su ejercicio (Jr 1, 7s). Dios purifica a Jeremías con su promesa, que le conforta y le anima para dejar atrás todos sus miedos y lanzarle con ilusión a la nueva tarea de su vida. Este primer resultado brillante de su acti vidad profètica ha quedado plasmado en las primeras páginas de su obra literaria. Pero llegó la crisis. Poco a poco fue asomando en su vida el des ánimo. Su ministerio se le iba haciendo cada vez más pesado: ¡Tener que estar siempre destruyendo, aunque fuera para luego edificar! Y Jeremías se cansa y quiere huir de su ministerio, acosado por las difi cultades que le presentan sus enemigos (Jn 15, 10-18). Pero Dios no se retira. Quiere purificarle de esta búsqueda propia y mantiene sus exigencias, que le van a hacer madurar la calidad de la entrega. Dios le indica al profeta que el mayor premio que le puede conceder por todos sus servicios es la gracia de llamarle para un nuevo servicio. Y con esta clarificación del sentido de su vida ante Dios, Jeremías que-
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