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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 301 de su mismo poder, que le viene concedido a El por Dios Padre, al entregarle su armadura, cuyo elemento principal es la espada del Es­ píritu Santo, que es la Palabra de Dios. La Verdad creída le ciñe y le rodea, defendiéndola, al mismo tiempo que el celo por ella le espolea en la lucha, pero el arma que le concede definitivamente la victoria del enemigo es la Palabra de Dios, que el cristiano ha de recibirla con­ tinuamente en la vela de la oración y ha de manejarla en una postura de perenne firmeza. Con esta arma, recibida de Dios, el llamado podrá siempre hacer frente a todo aquello que se vaya oponiendo a la pureza e integridad de su respuesta y a la vez irá aprendiendo a responder cada vez mejor a eso que es el motivo de su misma llamada: «que se le conceda la Palabra, para transmitirla y poder así dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio». * * * El llegar a la plenitud de la pureza en la respuesta vocacional y en toda la dinámica de purificación, que ella implica, exige un proceso. En este proceso de purificación el primer paso es el caer en la cuenta de la situación deficiente en la que se encuentra la persona; es la cons­ tatación que hace Pablo al comienzo de su conversión, cuando se le da a conocer que le será duro seguir dando coces contra el aguijón (He 26, 14); en este primer momento se trata, pues, de caer en la cuenta del propio pecado. Para ello el camino más directo estriba en que el hombre se sienta confrontado con el mismo Dios y con su Santidad. Laepifanía de Dios es la senda más directa para una auténtica concienciade pecado, pues a la vez que le muestra al hombre su deficiencia enel camino hacia la perfección del mismo Dios (cf.Mt 5, 48), no le deja sumido en una angustia narcisista, sino que le confronta inmediatamente con Aquel que en todo momento le puede sanar, ya que le ama y le perdona y le puede levantar hasta la perfección del amor. Fue esta epifanía de Dios la que inmediatamente confrontó a Isaías con su pecado y con el pecado de su pueblo y de modo dramático le hizo caer en la cuenta de esta realidad pecadora (Is 6, 5). Es que, como se expresa el libro de Job, Dios encuentra manchados a sus mismos ágeles (Jb 4, 18). Y esta experiencia de pecado, originada ante la Trascendencia, es tam­ bién la que invade el interior de Pedro, al encontrarse con Jesús, que le manifiesta su gloria en la pesca milagrosa; del corazón de Pedro brota entonces la confesión de su pecado y la expresión de su distan-

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