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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 299 ficar incluso de estas pretensiones aparentemente espirituales y les con fronta con su ejemplo de dolor; ellos aceptan seguirle en su cruz, pero Jesús continúa aún en su esfuerzo purificador y corre un velo sobre todo el tema de la gloria, indicándoles así que lo principal en su segui miento es el ir tras El, no el moverse ávidos de gloria, aunque ésta sea celeste; el abandono a la voluntad de Dios es el criterio último de pureza radical en el seguimiento de Jesús. Y como viera El que esta postura triunfalista suscitaba por envidia las agresividades de los otros discípulos, explícitamente les propone a todos su ejemplo de servicio hasta la muerte como el camino para el seguimiento perfecto en su escuela y como el modo de llegar a ser grande con su grandeza. Su ejemplo, hecho realidad en el misterio de la Cruz, es lo que atraerá definitivamente a los discípulos tras Jesús (Jn 12, 32) y consiguiente mente les purificará de todos los fantasmas falsos en el seguimiento del Mesías (He 5, 41 cp. Jn 13, 1-15; 15, 3). Este ejemplo fue también el que purificó a José de Arimatea de todos sus miedos y le convirtió de discípulo oculto en embajador va liente, para poder presentarse ante Pilato y pedir el cuerpo de Jesús (Jn 19, 38s). Y este mismo ejemplo de Jesús es el que determinó definitivamente el seguimiento verdadero de Pedro. Antes de la Pasión, Pedro había profesado el discipulado, pero Jesús sabía que esta profe sión era aún muy infantil; del corazón ardiente de Pedro había bro tado la profesión y el deseo de seguirle a Jesús incluso hasta la muerte, hasta dar la vida por El, pero Jesús conocía que esta profesión estaba envuelta en muchas notas de amor propio. Por eso le indicó que en tonces le era imposible el seguimiento verdadero, a pesar de sus pro testas, porque aún no se encontraba del todo purificado (Jn 13, 36ss). Pero este seguimiento verdadero le sería posible más adelante, cuando Pedro hubiera contemplado ya el ejemplo de un Jesús, que va a la muerte, pero camino de la resurrección (cf. Jn 10, 17s cp. Le 24, 26). Y es entonces cuando Jesús, el Crucificado Resucitado, puede invitar definitivamente a Pedro a caminar tras El y le dice: Sígueme (Jn 21, 17ss). Después de haber contemplado al Señor, Pedro se siente ya puri ficado de sus miedos, de sus triunfalismos, de sus negaciones, puede ya caminar tras Jesús, sabiendo a quién sigue y teniendo plena cons ciencia de cuál es el objeto de su seguimiento, que es la Persona del verdadero Jesús. Y es así como habría de seguirle fielmente hasta dar la vida por El. El Lavatorio de los pies actualiza simbólicamente en el Cuatro Evan-
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