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298 JE SU S LUZARRAGA convergen también los anteriores modos, es su ejemplo. Las mismas predicciones de la Pasión tienen por fin presentar el ejemplo de Jesús como correctivo para las falsas espectaciones mesiánicas de sus discípu­ los. Es sobre todo Marcos quien en el centro de su evangelio gradúa escalonadamente las tres predicciones, precisamente para presentar a Jesús como Modelo de sus discípulos en la vía del servicio. En la pri­ mera escena (Me 8, 27-38) Jesús se encuentra de camino por las regio­ nes de Cesarea de Filipo y está tratando de manifestar a los suyos su propia identidad. Pedro le confiesa de un modo verbalmente correcto, pero en el subconsciente unas notas fantásticas humanas están tiñendo de falsedad la significación del concepto que acaba de profesar. Jesús no deja de notarlo y prohíbe a Pedro y a los suyos que le prediquen así; a continuación instruye a los discípulos sobre la verdadera natura­ leza de su mesianismo. Pero inmediatamente aflora la resistencia de Pedro a este Mesías sufriente. Entonces Jesús se distancia de él, prefi­ riendo mantener su identidad, y con su palabra, que clarifica su ejem­ plo, indica que quien desea seguirle ha de intentar proceder como El y ha de estar dispuesto a no poner nunca la norma de su actuar ni en ganancias mundanas, ni en comodidades de vida, sino en el abrazarse con la Cruz del seguimiento de Jesús, que va siempre por delante, haciendo el Camino y siendo El mismo el Camino (Jn 14, 6). Esta misma espiritualidad ofrece Marcos en el capítulo siguiente con la escena de la segunda predicción de la Pasión (Me 9, 30-37). También aquí según va Jesús recorriendo su camino de instrucción a los discípulos sobre la verdadera naturaleza de su identidad, ellos no le quiere cuestionar más, porque tienen miedo; más aún, entre sí se mueven en una dirección diametralmente opuesta a la de Jesús: van discutiendo en el camino sobre quién de ellos será el mayor. Jesús de nuevo se les presenta como ejemplo, identificándose con el más peque­ ño, con un niño, y mostrándose como el servidor de todos. Este ser­ vicio, especificado en el dar su vida como rescate por muchos, es el que viene propuesto modélicamente por Jesús con ocasión de la tercera predicción sobre su Pasión, que tiene lugar cuando de camino van as­ cendiendo a Jerusalén (Me 10, 32-45). Los discípulos siguen aún con sus miedos, pero Jesús les va siempre precediendo con firmeza y les trata de explicar toda la dinámica de su Misterio Pascual. En contraste, allí están los hijos del Zebedeo, los amigos de Pedro, que pensaban más o menos con sus mismas categorías triunfalistas y se presentan solici­ tando unos primeros puestos en la gloria de Jesús. El les quiere puri-

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