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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 297 de un concepto excesivamente agresivo e impositivo en la misión de Jesús (Le 9, 54s Mt 26, 52ss He 1, 6ss) y trata de purificarles también de unas espectaciones excesivamente espectaculares en el ejercicio de su misión (Le 10, 20), abriéndoles a la dimensión escatológica de la misma, ya que es ésta entre todas las promesas la que con más fuerza puede animar al hombre a salir del mal (cf. Me 10, 21. 28ss Mt 10, 22. 28. 32s. 39 Heb 12, 1-4; 1 Jn 3, 2s Ap 2, 7. 11. 17. 26; 3, 5, 12. 20s). Esta corrección de Jesús en ocasiones tiene que ser francamente fuerte, como por ejemplo cuando obliga a sus discípulos a embarcar y a ale jarse de todo lo que pueda significar connivencia con las masas para forzarle a un ejercicio de su mensianismo que no era el que El pre tendía presentar (Me 6, 45 cp. Jn 6, 14s). Y en esta misma línea tiene que imponer una distancia a la sensibilidad de María Magdalena, cuan do ella quiere aferrarse indebidamente a El; de este modo mantiene también a distancia toda sensibilidad, que pueda replegarse en sí mis ma, aunque sea sobre Jesús, e impedir el dinamismo de la misión (Jn 20, 17 cf. 1 Ry 19, 13ss). El modo más permanente, con el que Jesús va purificando a los discípulos a lo largo de su vida, es con su instrucción. Durante su paso por este mundo e incluso desde su dimensión de Ascendido, como lo muestran las cartas del Apocalipsis, Jesús va purificando a sus llama dos, al hacerles conscientes de las diversas situaciones y posturas, que han de mantenerse en el ejercicio auténtico de su misión. A este fin va dirigida la clarificación de las exigencias en el seguimiento de Jesús, que El mismo hace repetidas veces y de varios modos a lo largo de su vida (Le 9, 57-62 Jn 12, 24ss etc.); a eso también va dirigido el dis curso que recuerda a los discípulos el modo de comportarse en la mi sión (Mt 10) y también el discurso de despedida, en el que Jesús ins truye a sus discípulos sobre el modo de proceder durante su ausencia (Jn 14, 1-16, 33), e incluso el mismo discurso escatológico, en el que Jesús señala como postura primordial de quien le espera la atención y la vigilancia (Me 13). Todas estas instrucciones tienen una particular fuerza de purificación, pues liberan al hombre de sus miedos y le lan zan hacia Jesús con las palabras de consuelo que El le dirige; este con suelo en la tribulación es aliciente de ánimo y un motor, que impulsa al llamado a irse desprendiendo de todo lo que no sea Jesús y a no temer nada de lo que se oponga a El (Mt 10, 19. 26-31; 28, 20b Jn 16, 33). Pero sobre todo el modo más perfecto de purificación, en el que
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