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LA PURIFICACION VOCACIONAL DESDE LA. 295 (cf. Jn 4, 34) y fue también la oportunidad para ir renunciando a com­ pensaciones instintuales de la oralidad en el uso del ministerio (1.a ten­ tación), a las proposiciones incorrectas de la agresividad (2.a tentación lucana) y a la angustia existencial de la propia soledad (3.a tentación lucana); todo esto le fue capacitando a Jesús para vivir su propia iden­ tidad (Jn 6, 15) e irse mostrando como Hijo de Dios a lo largo de todas sus actuaciones, sobre todo en su muerte. Esta representó para Jesús la piedra de toque de la verdadera purificación, de la renuncia a todo (cf. Jn 19, 26 cp. 2 Cor 8, 9 Fp 2, 8 Le 2, 43. 49). Cuando ante ella sintió la angustia del instinto, que se resiste naturalmente a morir y a dejar sus bienes, brotó de su interior la oración del deseo, pidiendo al Padre la liberación de ese momento, pero fue la oración meditativa la que purificó a Jesús y le hizo pasar de una súplica de la sensibilidad a una súplica de la misión (Jn 12, 27-28 a cp. Me 14, 32- 40pp); ahí pudo ya dar la respuesta perfecta de su vida a Dios (cf. Heb 5, 5-10). Este mismo modo de oración fue el que le ayudó a Jesús durante su vida, que fue una situación de desierto, a responder fiel­ mente a Dios, ya que por ella había interiorizado la Palabra Bíblica del Señor, como lo indican las respuestas de Jesús en las escenas de la tentación (Le 4, 4. 8. 12). Y Jesús con sus modos purifica también a los demás, porque El es puro (cf. 1 Jn 3, 3 Heb 7, 26; 10, 21s), nadie le puede convencer de pecado (Jn 8, 46a) y El ha venido para deshacer las obras del Mal (1 Jn 3, 8). El es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo y como tal es presentado desde su primera epifanía a sus discípulos, a quienes invita a compartir su morada y su misión. Esta personalidad purificadora es lo que entusiasmó a aquellos primeros seguidores con Jesús, a quien veían como capaz de acabar con el pecado en ellos y en el mundo (Jn 1, 19. 35ss). De este modo quien cala profundamente en Jesús no puede dejar de sentirse atraído hacia un esfuerzo progresivo de purificación, para parecerse a El (1 Jn 3, 3) y para recibir de El la salvación (Heb 4, 12) con la liberación de los pecados (Mt 1, 21; 26, 28 Heb 1, 3; 9, 12. 13. 26a. 28). De esta naturaleza purificadora de Jesús brota su primera predicación como una llamada a la conver­ sión definitiva y total (Mt 4, 17 Me 1, 15 cp. Jn 3, 1-8); también a Pablo lo primero que se le presentará de Jesús en el momento de su encuentro con El será una invitación a convertirse, a dejarse estruc­ tural por El en la Iglesia (He 9, 6), aunque Pablo pudiera sentirse perfecto en el cumplimiento de una ley judía (He 22, 3ss cp. G1 2, 15).

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