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294 JE SU S LUZARRAGA haber tomado contacto con Dios y haber comenzado a interiorizar los valores fundamentales de la religiosidad de su raza (1 Ry 19); esa in­ teriorización se le hará luego más honda al contacto con la vida en la lucha por Yahweh. En los umbrales ya del N.T. Juan el Bautista se interna también en el desierto y vive allí la práctica de la abstinencia, expresando así en su propia carne el modo como ha de inciarse el cami­ no de la salvación, según el esquema trazado por el mismo Dios en la Historia Salvífica (Le 1, 50 Me 1, 4. 6 Mt 3, 4 cp. 2 Ry 1, 7s). Y Pa­ blo sigue este mismo ejemplo, cuando inmediatamente después de su primera experiencia vocacional instituye un ayuno total (He 9, 9), sím­ bolo de su separación de la vida anterior y de su conversión, expresada por un distanciamiento del instinto; luego se interna en el desierto de Arabia (G1 1 ,17), buscando tiempo para reflexionar y estructurarse. Entre los profetas clásicos aparecen también diversas expresiones de los modos de purificación. Amos es requerido por Dios para salir de su oficio y de su tierra; la conciencia de haber respondido fielmente al Señor le mantendrá siempre fuerte en sus dificultades ministeriales (Am 7, 15-16a). A Isaías Dios le tomó de la mano y le apartó de seguir por los caminos torcidos de su pueblos (Is 8, 11), purificándole de su propio pecado y de las determinaciones externas pecaminosas por me­ dio del contacto con el altar —con el mismo Dios—, que purifica sus labios y le concede la capacidad para expresar dignamente la Palabra del Señor (Is 6, 5ss). Por su parte Jeremías hace grandes esfuerzos en su oración para purificarse de sus necesidades afectivas y llega a lograrlo (Jr 15, 19-21). Y a Jonás es el mismo Dios quien le purifica de modo pasivo, en contra de su voluntad, y además le va dando progresiva­ mente continuas llamadas en la misma dirección inicial, de forma que el profeta termine rindiéndose plenamente a los planes del Señor (Jon 1-4). Pero es sobre todo la acción de Jesús en sí mismo y en relación con sus apóstoles la que más enseña sobre los modos de purificación de los impedimentos vocacionales en orden a lograr una perfecta res­ puesta a la llamada. El mismo Jesús sintió en su ser la necesidad con­ tinua de purificación, entendida ésta como el esfuerzo constante para acomodar el ritmo vital de su persona en la naturaleza humana a la voluntad de su Padre Dios. Jesús vivió su existencia como una situa­ ción de desierto, que es lo que ejemplifica la página evangélica de las tentaciones (Le 4, l-13pp). Este desierto fue para El la atmósfera en la que se sintió alimentado solamente por la voluntad de su Padre Dios

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