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La Purificación vocacional desde la espiritualidad bíblica Pablo concluye su discurso a los dirigentes de la Iglesia de Efeso, después de haberles presentado su misión y las dificultades para su respuesta, con este encarecimiento a la purificación y al uso de los medios para lógrala: «Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros; ahora os encomiendo a Dios y a la Palabra de su Gracia, que tiene Poder para construir el Edificio y daros la Herencia con todos los Santificados» (He 20, 31s). Esto indica que, para la mentalidad paulina, la ascética es una necesidad y que ésta se ha de ejercitar vigilantemente, para llegar a encontrarse libre de obstáculos, que im­ pidan la misión, y de este modo la persona pueda responder fielmente a la llamada de Dios, que con su Palabra va constituyendo la santidad de un modo continuo. Pablo expresa esta misma necesidad de la as­ cética, cuando, escribiendo a los Corintios, hace esta confesión: «Dis­ ciplino mi cuerpo y lo someto, no sea que, habiendo predicado a los demás, resulte yo mismo descalificado» (1 Cor 9, 27). La esencia de la purificación está basada en la misma realidad de la llamada, que primariamente es una llamada a salir del pecado, del servicio a los ídolos y a los falsos dioses y mitos, para poder entrar así en un proceso de conversión a Dios, de vuelta hacia El, en orden a prestarle un servicio en situación de misión. Es Dios quien con su llamada está provocando esta conversión, pues El llama continuamente a entrar en su Reino y en su Gloria, en unión con toda una comuni­ dad eclesial (1 Ts 2, 12). Es precisamente el fin de la llamada lo que en primer lugar provoca la conversión; pues con frecuencia este fin se ilumina a partir de la misma conciencia de pecado: de la experien­ cia del pecado y del no querer seguir envuelto en él brota el deseo vocacional del servicio a Dios y a sus valores. Y esta conversión es

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