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LA EXPERIENCIA RELIGIOSA DE SAN FRANCISCO Y . 283 Nos toca ahora precisar brevemente la crítica que hace a J. Ratzinger el profesor español. Ante todo tenemos que advertid que O. González, según hemos visto, no es parco en subrayar el influjo de San Francisco en San Buenaventura. Y a través de éste, en el pensamiento cristiano. Lo limi­ ta, con todo, a la ascensión mística del alma a Dios y a la subsiguiente transformación del mundo como espejo e imagen de la belleza divina. Por lo que toca a su actitud respecto a J. Ratzinger, en modo alguno comparte la interpretación escatológica que hace éste de San Buena­ ventura. Quizá el momento más crucial sea aquel en que J. Ratzinger se empeña en pensar que San Buenaventura ve el fin del mundo como algo inminente. A dos columnas O. González propone la tesis de J. Ratzinger y el texto de San Buenaventura en el que éste declara: «Que nadie piense que yo digo que el día del Señor está ya próxi­ mo» 26. Ante esta terminante afirmación de San Buenaventura los tex­ tos en los que ve a San Francisco como nuevo Elias o Juan Bautista no pueden entenderse en un sentido estrictamente escatológico, sino más bien en cuanto expresan la acción eficaz de Francisco y de los suyos en la vida de la Iglesia. Esto nos parece lo más fundamental en la discusión entre ambos pensadores. Lo que ni O. González ni J. Ratzinger han subrayado es el con­ traste entre Santo Tomás y San Buenaventura por lo que toca al futuro de la Iglesia. La frialdad intelectual del primero sentencia contra los soñadores en una época del Espíritu, que no hay que esperar una si­ tuación en la que la gracia del Espíritu Santo actúe de modo mas perfecto, sobre todo en relación a la edad apostólica del pasado 27. San Buenaventura, por el contrario, proyecta un mundo más plenamente cristiano, donde la palabra de Dios sea más plenamente comprendida y observada 28. Este contraste entre el optimismo dinámico de San Bue­ naventura, cara al futuro, y la serena actitud estática de Santo Tomás, viendo el paradigma óptimo en el pasado apostólico, se ha debido sub­ rayar. Pero ni antes ni ahora se ha tenido en cuenta esta discrepancia de los dos grandes doctores que hubieran podido iluminar algunos de los problemas de la vida interna de la Iglesia. 26. Misterio trinitario..., 617. 27. Summa Tbeologica I-II, q. 106, a. 4c. 28. Esta vertiente la desarrolla ampliamente J. Ratzinger. También la abordamos en nuestro estudio Tres visiones de la historia...

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