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278 E. RIVERA mino, el término único a que conducen los caminos de la Sabiduría cristiana; San Buenaventura no conoció jamás otro que la vida extática vivida en la tierra por su maestro San Francisco 10. El profesor de Salamanca ha asimilado plenamente esta vertiente de la interpretación de E. Gilson. Después de acotar un pasaje de las Collationes in Hexaemeron en el que San Buenaventura pide que la ascensión espiritual comience por la inteligencia para llegar a la sabi­ duría, comenta: «Gilson tiene razón al afirmar que San Buenaventura ha revivido el espíritu de San Francisco, sustituyendo lo que en él era ascética de carne por una ascética intelectual; el esfuerzo por castigar al cuerpo trocado en esfuerzo por alumbrar el alma, para lograr una intelección racional y sapiencial de las verdades de la fe. Idéntico espíritu, sin embargo, en ambos: arribar a la sabrosa experiencia de la Trinidad» u. El otro aspecto, el del simbolismo, prospecta la ladera de las cosas que se divisan después que el alma ha subido en su ascensión a Dios. «Por haber tocado a Dios, escribe E. Gilson, podía San Francisco des­ cubrir su presencia allí donde los simples mortales ni sospecharían que pudiera encontrarse. En esta Edad Media, toda ella penetrada de espíritu simbólico, pero cuyo simbolismo no es frecuentemente sino repetición estereotipada de comparaciones ya tradicionales, San Fran- csico se nos presenta como un verdadero inventor» 12. Pues bien; esta mentalidad simbolista, que vive San Francisco, se trueca en San Bue­ naventura en esa filosofía ejemplarista que será una constante del pen­ samiento cristiano hasta nuestros días. El prof. O. González siente honda simpatía por esta filosofía a la que llama «cosmovisión bonaventuriana». Con la particularidad de que toma conciencia de que se cruza aquí una doble dirección del pensa­ miento humano. Con un acotamiento a M. D. Chenu caracteriza esta doble dirección. «Tomás, escribe éste, aún siendo sumergido de lleno en universo agustiniano, es el arranque definitivo hacia una manera nueva de pensar frente a la tenaz oposición de San Buenaventura quien, como Odiseo al mástil, sigue atado a la mentalidad simbólico-agustiniana, furioso frente al «realismo físico» manado del estudio de Aristóteles. Lustros después este realismo se había consagrado: naturaleza, historia, 10. O. c., 80-81. 11. Misterio trinitario..., 441. 12. La filosofía..., 77. 13. Misterio trinitario..., 545.

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