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270 SANTOS SABUGAL sobre el don del pan recorre prácticamente toda la unitaria perícopa (11, 1-13) del catecismo oracional lucano, introducido por el Padre­ nuestro. Ya en la parábola del amigo inoportuno (11, 5-8) subraya el Jesús lucano la insistencia con que aquél suplica de noche a su amigo el don o préstamo de «tres panes» (v. 5b), hasta que, venciendo su inicial resistencia o recusación a dárselos (v. 7), se levanta para «darle cuanto necesita» (v. 8). El significado de la parábola es seguidamente ofrecido en la última parte de esa instrucción catequética (11, 9-13), incluida toda ella por los temas de la petición y el don (vv. 9a. 13b): al amigo inoportuno deben imitar los discípulos, exhortados a pedir con inoportuna insistencia cuanto necesiten a su amigo, el «Padre ce­ leste», quien dará y abrirá a cuantos pidan y llaman (vv. 9-10), pues si todo padre da «cosas buenas» a su hijo, que «le pide pan» u otras cosas (vv. ll-13a), «¡cuánto más el Padre celeste dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (v. 13b). La unidad literaria y temática de 11, 1-13 (cf. supra) veda atribuir a la casualidad esa marcada corres­ pondencia entre los temas de los dones del pan y del Espíritu Santo. Tampoco es casual, por la misma razón, el paralelismo entre a) la petición (al Padre) por el don del «pan cotidiano» y b) la petición al «Padre celeste» por el don del « Espíritu Santo». Ese paralelismo lite­ rario fue cuidadosamente creado, más bien, por el mismo Lucas, en función de una bien precisa intencionalidad teológica: interpretar el don del «pan cotidiano» en función del don del «Espíritu Santo». Este, en efecto, es «la promesa del Padre» (Act 1, 4; Le 24, 49a), su don por excelencia (Le 11, 13; cf. Act 2, 33). Por lo demás, esa identifica­ ción del «pan» con el «Espíritu» es probablemente consecuencia de su identificación con la Palabra (cf. supra), mediante la cual es comuni­ cado el Espíritu (cf. Act 10, 44), esa «fuerza» divina (Act 1, 8; cf. Le 1, 35) con la cual Jesús realizó curaciones (cf. Le 4, 35. 36; 8, 46) y exorcismos (cf. Le 11, 20). Todo esto muestra que, si el Padrenuestro lucano es sobre todo una oración de petición (cf. supra), el objeto primordial de éste es «el Pan» no sólo de «la Palabra de Dios» sino también del «maná escato- lógico» ( = Pan eucarístico) y del «Espíritu Santo». Se trata, en los tres casos, de un alimento propio de la Comunidad cristiana {«nues­ tro»), verdaderamente « supersustancial» y « del todo necesario », para peregrinar por el desierto del mundo y anunciar el Reinado de Dios. Se comprende, pues, lo apremiante de la súplica lucana: «¡Dánosle cada día! ».

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