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LA REDACCION LUCANA DEL PADRENUESTRO 267 así como la adicción del pronombre personal («nuestro») y del atributo «ton epioúsion» (covencionalmente traducido por «cotidiano»), cuya determinación por el artículo refuerza el énfasis del sustantivo prece­ dente y puede tener un valor superlativo («sustancialísimo» o «muy necesario»). ¡Todo esto no era ciertamente necesario, si «pan» signi­ fica sólo el alimento corporal! Lucas, hábil escritor, habría corregido —como lo hace otras veces— a su tradición o fuente. Si no lo hizo y, contra características definidas de su vocabulario y estilo, reprodujo la mencionada construcción de la súplica, fue sin duda por el sagrado respeto para con el especial significado de la misma. ¿Cuál exactamen­ te? Ante todo la Palabra de Dios. Esta, en efecto, es un verdadero alimento: el Jesús lucano rechaza la tentación diabólica de convertir las piedras «en pan» (4, 3), citando el texto deuteronómico: «No sólo de pan vive el hombre» (4, 4= Dt 8, 3a); se sobreentiende lo que sigue: «Sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios» (Dt 8, 3b). Lo que significa: ¡El hombre vive sobre todo de la Palabra de Dios! Con respecto a la vida conferida por el pan corporal, la comuni­ cada por la Palabra es, pues, superior (cf. Sab 16, 26). Nada de extraño, por otra parte. La palabra de Dios, que «crece» con sin igual energía (cf. Act 6, 7; 12, 24; 13, 49; 19, 20), es capaz de producir, en quie­ nes «la oyen y conservan con corazón bueno y recto», el «centupli­ cado fruto» (8, 8. 11. 15) de la salvación (cf. Act 13, 26) y de «la vida eterna» (cf. Act 13, 46. 48), introduciéndolos por ello a una co­ munión vital con Jesús: quienes la «oyen y cumplen» devienen «su madre y sus hermanos», familiares (sic! ) suyos (8, 21). La Palabra es, pues, el verdadero alimento {«el pan») de los fieles cristianos («nues­ tro»), no solo superior a todo sustento corporal («sustancialísimo») sino también del todo imprescindible («necesarísimo») para participar en la vida divina (cf. 8. 21; Act 13, 26. 46. 48). De ahí la súplica: « ¡Dánosle cada día! ». c) La súplica lucana no se limita, sin embargo, a ese significado. También ruega por el don del Pan eucarístico. Esta designación, en efecto, envuelve el vocablo artos frecuentemente en el evangelio de Lucas (cf. 22, 19; 24, 30. 35; 9, 16) y casi constantemente en la se­ gunda obra lucana (Act 2, 42; 46; 20, 7. 11). Es, pues, del todo pro­ bable, que «el pan» por aquéllos suplicado se refiera al «Pan» del ban­ quete mesiánico (cf. 14, 15), al «Pan» que, en la cena pascual (22, 14-27), «tomó» Jesús y, tras «haber dado gracias, lo partió y se lo

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