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266 SANTOS SABUGAL de «la tierra» (cf. supra), y comenzó a reinar en «el tiempo de Jesús» sobre cuantos, mediante el don del Espíritu de Dios, fueron previa­ mente libertados por El de Satanás (cf. supra), crece durante «el tiem­ po de la Iglesia» la plenitud final de su Reinado sobre cuantos, por medio del mismo Espíritu, fueron libertados de sus pecados por el Señor glorificado. Por esta plena manifestación o consumada implantación del ya inau­ gurado y en ellos presencializado señorío de Dios suplican los — ¡ya "fieles” ]— discípulos de Jesús a su Padre celeste —a quien " ha pare­ cido bien darles el Reino” (Le 12, 32), en la segunda petición del Padre nuestro: "¡Venga tu Reinado!” . 4.4. El don del pan (11, 3) Un nuevo indicio sobre la interpretación lucana del Padrenuestro nos es ofrecido por la redacción literaria de esta súplica. Lucas usa el vocablo «pan» 16 veces, de las cuales dos veces él mismo (14, 1; 24, 35), una vez en labios del «diablo» (4, 3), de un legista o fariseo (14, 15: cf. v. 3) y de los discípulos (9, 13), usando las restantes once veces en el contexto de hechos (9, 16; 22, 19; 24, 30) y dichos (4, 4; 6, 4; 7, 33; 9, 3; 11, 3. 5. 11; 15, 17) del Maestro. De éstos últi­ mos forma parte la petición al Padre, para «cada día», del «pan nuestro cotidiano». ¿De qué «pan» se trata? a) Ante todo, del cotidianamente necesario sustento corporal. Este es, en efecto, el significado más común del vocablo artos (= p a n ) tanto en el vasto contexto de Le (cf. 4, 3-4; 7, 33; 9, 3. 16; 14, 1; 15, 17) como en el contexto próximo del Padrenuestro (cf. 11, 5. 11): Con la inoportuna insistencia de quien pidió «tres panes» a su amigo (11, 5-8), y con la confianza del hijo, que a su padre «le pide pan» (11, lia ) , piden reiteradamente (dídou) y para «cada día» los hijos a su «Padre celeste» el don del «pan» cotidianamente imprescindible: «muy necesario». Así abandonan su preocupación por el vestido y la comida en manos del Padre providente, que sabe lo que necesitan (cf. 12, 22- 31). De ahí la súplica: «¡Dánosle cada d ía!». b) No ese ése, sin embargo, el único ni principal significado teo­ lógico de la petición lucana. Así lo indica ya no sólo la formulación enfática de esta petición —encabezada no por un verbo ( ¡así todas las demás! ) sino por el complemento y éste determinado («ton árton»)— ,

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