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MARX Y JESUS 169 de la clase dominante a disimular la estructura conflictiva de la sociedad, presentando sus intereses como expresión del interés general» 147. Pero el cristiano no puede asumir el marxismo sin someterlo a una crítica rigurosa no únicamente en nombre del cristianismo sino en nombre de las exigencias revolucionarias y del propio materialismo histórico. Esta crítica estará dirigida tanto al marxismo como movimien to histórico (Estado, Partido) como a la misma teoría. El cristiano ten drá que enfrentar sobre la cuestión crucial formulable en los siguientes términos: «¿po r qué un pensamiento que en su inspiración original era una teoría de la liberación ha dado realmente lugar a movimientos y estados en los que se reproducen las relaciones estructurales de domi nación?» 148. Cierto marxismo ha infravalorado a nivel teórico y estratégico las dimensiones «subjetivas» de la revolución, sus aspectos culturales y sexuales considerándolos como consecuencias necesarias de las transfor maciones estructurales. El cristianismo tal vez podría contribuir a sub rayar el carácter global de la revolución y el papel relativamente autó nomo de los factores culturales sobre todo de la religión: «un análisis de clase, aunque revela la dependencia en que se encuentran las diver sas esferas de la superestructura respecto a la base económica, reco noce al mismo tiempo su autonomía relativa. Nada nos autoriza a aban donar esta autonomía cuando se trata de la religión. Por tanto, si un análisis de clase demuestra que la religión es en gran medida una compensación de aspiraciones profanas frustradas, nada le autoriza a concluir que la religión se resuelve en esas aspiraciones» 149. En esta línea habría que replantear y reformular el problema del ateísmo. Si bien es cierto que el centro del problema del ateísmo se ubica en el conflicto entre la fe en Dios y las exigencias de la praxis revolucionaria no por ellos deben dejar de plantarse las cuestiones siguientes: « ...e l rechazo a un Dios que sustituye a la iniciativa humana ¿implica necesariamente el rechazo de un Dios sin más? La repulsa de una esperanza que se presenta como una alternativa a la revolución ¿implica la repulsa de una esperanza que asuma la revolución hasta el fondo y que se presente como respuesta a los problemas que suscita la misma revolución?» 15°. 147. Id., o . í \, 42. 148. I d ., o . c „ 43. 149. Id., o .c ., 44. 150. Id., o .c ., 46 - 47 .
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