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MARX Y JÉSUS 155 quo. Pero existen además otras facetas: hay que criticar — con mayor dureza que antaño— las tendencias que no distinguen con claridad entre la violencia en sentido marxista y la violencia arbi­ traria e indiscriminada. Marx quería transformar mediante una ruptura radical — 'violencia’— las condiciones sociales, las leyes sobre la propiedad y sobre las normas administrativas; pero su concepción de la violencia no tenía nada que ver con el fácil derramamiento de sangre, con el uso arbitrario de la fuerza, con el principio de la suspensión a largo plazo de los derechos del hombre; todas esas son interpretaciones arbitrarias del pensa­ miento de Marx que a veces se encuentran. Es verdad que en el movimiento marxista se ha hecho uso —y abuso— de este prin­ cipio de la violencia con demasiada facilidad, por lo que les ha tocado sufrir a miles de personas inocentes; por este motivo millares de marxistas han empezado a preguntarse si no será legí­ timo interpretar la violencia y sus límites de una manera más justa y más profunda que como se hizo en el pasado... Por eso los marxistas se preguntan hoy también si la acción no-violenta, característica no sólo del sermón de la montaña, sino de toda la actividad de Jesús, no tendrá que armonizarse con las formas más exigentes del compromiso marxista progresista» 122. Por otra parte, la exégesis bíblica comprueba que Jesús no prohíbe ni oponerse dignamente a los ataques injustos (Juan 18, 22 ss.) ni mu­ cho menos combatir el mal en todas sus formas. El marxismo verdaderamente moderno se rebela contra un mate­ rialismo mecanicista, determinista y economicista: «Este marxismo moderno entiende la metodología histórico- materialista más o menos de esta manera: es plenamente justo, e incluso necesario, buscar las raíces socioeconómicas de toda idea espiritual, pero esto no significa que queda acabada toda la tarea con esta búsqueda. Una vez aclaradas las raíces queda en pie la tarea más importante: hay que preguntarse cuáles de ésas pro­ porcionan conocimientos verdaderos y positivos sobre el ser y la existencia del hombre, esto es, si proporcionan aquellos ideales morales, aquellos modelos y aquellos valores sin los cuales no 122. Id., o . c ., 37-38.

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