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154 ALFONSO GUERRERO al capital o de difusión del opio del pueblo, los que obligaron, por así decirlo, no con la fuerza sino con la apertura y el amor, a los teóricos marxistas a revisar algunas de sus antiguas tesis sobre el cristianismo. Desde este punto de vita todavía no hay nada maduro, pero todo está ya en movimiento» 12°. Estos cambios de posición han afectado también a la figura central del cristianismo. Se pasa de la mera simpatía al verdadero interés por el maestro de Nazareth: «los primeros marxistas habían considerado casi siempre a Jesús en su destino humano como una persona noble y 'simpática’, y habían intentado apropiarse de todas las invitaciones moralmente atractivas del nuevo testamento, pero casi nunca demos­ traron tener un verdadero interés por Jesús y su doctrina. Las pocas citas evangélicas que se conocían se interpretaban casi siempre como llamadas a la pasividad, contrarias a la lucha de clases, típicamente 'religiosas’ en el peor sentido de la palabra, verdadero 'opio del pue­ blo’. El consuelo espiritual y la promesa de la vida eterna eran consi­ deradas como pastillas tranquilizantes, capaces de dar al hombre un poco de felicidad ilusoria, pero alienándolo de la verdadera lucha de este mundo. Aun cuando se trataba casi siempre de una crítica demasiado simplista, hay que reconocer que los cristianos empezaron demasiado tarde a tenerla en cuenta. ¿Cuántos socialistas religiosos del tipo de Kutter o de Ragaz hubo en tiempos de Karl Marx o de Lenín?» 121. Los marxistas se muestran más dispuestos a subrayar otros momen­ tos de la tradición sobre Jesús interpretándolos de manera diferente, por ejemplo, la lucha contra el fariseísmo y la cuestión de la no-violen­ cia. ¿Cómo conciliar la no-violencia cristiana con la violencia-partera- de-la-historia del marxismo? «Efectivamente, en este punto parece casi insuperable el con­ trate entre la doctrina de Jesús y el marxismo; Marx acentuaba particularmente el papel de la violencia en la historia y en la revolución socialista. ¿Cómo expropiar de una forma no-violenta los medios de producción? Pero incluso en este terreno tan deli­ cado empiezan a advertirse ciertos cambios: todos los marxistas siguen rechazando aquella no-violencia que es sinónimo de vileza aburguesada, índice de la autosuficiencia de los ricos y del statu 120. Id., o . c ., 36. 121. Ibid.

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