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144 ALFONSO GUERRERO El obrero se convierte en un esclavo de su propio producto. Como en la religión, el hombre se esclaviza a sí mismo. «Así como en las religiones vemos al hombre esclavizado por las criaturas de su propio cerebro, en la producción capitalista le vemos esclavizado por los pro­ ductos de su propio brazo» 93. Esta situación no mejora con la tecnifi- cación de los instrumentos de trabajo. Aún más, la empeora. El obrero se convierte en un mártir continuo de la máquina que le extrae cada vez más su propio trabajo y lo mata lentamente: «Al convertirse en un autómata, el instrumento de trabajo se enfrenta como capital, durante el proceso de trabajo, con el propio obrero; se alza frente a él como trabajo muerto que domina y chupa la fuerza de trabajo viva» 94. De esta forma «lo que como fetichismo de mercancía era el mundo capri­ choso de las mercancías que entraron en relaciones sociales entre sí, se transforma en un sábado de brujas, una noche de Walpurgis» 95. El capital se convierte en un gran creador de valor. Para el capi­ talista es una creación ex nihílo, no absorción del trabajo vivo del obrero. El sujeto ahora es el valor que se multiplica a sí mismo: «En realidad el valor se erige aquí en sujeto de un proceso en el que, bajo el cambio constante de las formas de dinero y mercancía, su magnitud varía sobre la base de sí misma, desprendiéndose, como plusvalía, de sí mismo como valor originario, o lo que tanto vale, valorizándose a sí mismo. Ha obtenido la virtud oculta y misteriosa de engendrar valor por el hecho de ser valor. Lanza al mundo crías vivientes, o al menos pone huevos de oro» 96. El fetichismo del capital alcanza el paroxismo en el capital a interés. Aquí el capital cobra su forma más exteriorizada y fetichizada porque se hace total abstracción de los contenidos concretos de los trabajos y actividades económicas y se concibe el valor como simple cantidad de dinero, como fuente de más valor. La ganancia no aparece como plus­ valía del capital extraída del trabajo, ni el interés del capital como una participación en la ganancia bruta sino, precisamente, al revés: «También ésto aparece invertido aquí: mientras el interés es solamente una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista en activo arranca al obrero, aquí nos encontramos, a la inversa, con el interés como el verdadero fruto del capital, como lo originario, y con 93. Id., o . c ., 524. 94. Id., o . c ., 350. 95. F. H in k e la m m e r t, o . c ., 49. 96. K. M a r x , o . c ., 110.

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