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MARX Y JE SU S 143 2.3.3. El fetichismo del capital Para no devaluarse y mantener su valor el dinero tiene que lanzarse a la circulación. Y se lanza para producir más valor. Pero no puede mantener su valor si no produce, esto es, si no aumenta. El dinero necesita cambiarse por una mercancía que produzca más valor que el que ya tiene. Esa mercancía no es otra que la fuerza de trabajo. «El capital se lanza a la producción pero basándose precisamente en su propio intercambio por la mercancía llamada fuerza de trabajo, basán­ dose en la relación capital-trabajo... El capitalismo consiste en esa relación entre el dinero que busca convertirse en más dinero y el tra­ bajador que carece de medios de producción; lo uno no puede existir sin lo otro, en dimensión que abarque a toda la economía» 89. El productor pertenece al capital antes que éste compre o no su fuerza de trabajo. Vender su fuerza de trabajo al capital es la condición de supervivencia del obrero. La alternativa no es nada halagüeña: o vende su fuerza de trabajo o se muere. «El pueblo elegido llevaba escrito en la frente que era propiedad de Jehová; la división del trabajo estampa en la frente del obrero manufacturero la marca de su propie­ tario: el capital»90. Esta propiedad del capital sobre el obrero expresa el hecho de una relación de clase: «El fetichismo del capital tiene por tanto dos caras: la cara que adquiere bajo el punto de vista del obrero, quien pertenece al capital y que es —en el caso de la compra de su fuerza de trabajo por parte del capital— el productor de las mercan­ cías; y la cara que adquiere desde el punto de vista del propietario de la mercancía, que es a la vez propietario del capital»91. «Me quitan la vida, si me quitan los medios por los cuales vivo», decía Shakespeare. Y esto es exactamente lo que le ocurre al obrero frente al capital. Al arrebatarle sus instrumentos de trabajo se le arre­ batan sus medios de vida: «esta contradicción se manifiesta estrepito­ samente en ese holocausto ininterrumpido de que se hace víctima a la clase obrera, en el derroche desordenado de fuerzas de trabajo y en los estragos de la anarquía social» 92. 89. P. M ira n d a , o . c ., 207. 90. K. M arx , El Capital I, 294. 91. F. H inkelammert , Las armas ideológicas de la muerte, Salamanca 1978, 46. 92. K. M arx , El Capital I, 408.

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