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140 ALFONSO GUERRERO de un proceso de producción que tiene su historia: «Lo que aquí reviste a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres» 80. Las mercancías, productos del trabajo humano semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres como los pro­ ductos de la mente humana en el mundo de la religión. El carácter fetichista del mundo de las mercancías procede del ca­ rácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías. Las mercancías «son productos de trabajos independientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos forman el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre los productos de su trabajo, es natural que el carácter específica­ mente social de sus trabajos privados solo resalte dentro de este inter­ cambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo fun­ cionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del tra­ bajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados apa­ recen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente socia­ les de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales (cósicas) entre personas y relaciones sociales entre co sa s » 81. El valor es una relación entre personas disfrazadas bajo envoltura material: «los hombres no relacionan entre sí los productos de sus tra­ bajos como valores porque estos objetos les parezcan envolturas sim­ plemente materiales de un trabajo humano igual. Es al revés. Al equi­ parar unos con otros en el cambio, como valores, sus diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos trabajos, como moda­ lidades del trabajo humano. No lo saben pero lo h a cen » 82. Lo que interesa, ante todo, a los que intercambian productos es saber las pro­ porciones en que cambiarán unos productos por otros. Cuando estas proporciones cobran por la fuerza de la costumbre cierta fijeza parece como si brotasen de la propia naturaleza inherente a los productos del trabajo: «En realidad el carácter de valor de los productos del trabajo sólo se consolida al funcionar como magnitudes de valor. Estas cambian 80. Id., o . c ., 38. 81. Ibid. 82. Ibid.

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