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64 CARLOS BAZARRA tianos, en el plano espiritual, científico y profesional, no concluye nunca» (71). Dentro del esquema de la formación permanente, se incluyen con toda lógica los capítulos de la fraternidad orante (números 37 al 40) porque «orar es fundamentalmente ponerse a la escucha de la palabra de Dios» (40); y el de la fraternidad penitente (nn. 41-42) puesto que la penitencia «está en función del crecimiento evangélico de la fra­ ternidad, objetivo esencial de nuestra formación» (41). 2. Todos entramos en la categoría de formadores. No como maestros —éste es uno solo— sino como hermanos que damos testimonio: «serán mis testigos» (Hec 1. 8), que tenemos el deber de «edificar»: «que todo sea para edificación» (1 Co 14, 26). Es el principio de participación de que nos habla el Documento: «Nadie puede madurar solo, todos tienen necesidad de los demás» (33). Cuando se aborda el apartado de los responsables de la formación, se establece que «todos los hermanos deben sentirse de por sí forma- dores a nivel de fraternidad local, provincial y general» (77). La formación, por tanto, no es exclusivamente trasmisión de con­ tenidos teóricos, un depósito intelectual que uno posee y transmite a otro que no lo posee, es testimonio vital, es disposición anímica. Con­ sidero importantísima la frase siguiente: «Sólo una adaptación continua de los modos de vivir, pensar, reaccionar, garantiza la capacidad de enfrentar las nuevas situaciones, los desafíos y las esperanzas. De aquí la necesidad de que los hermanos aprendan a aprender» (57). No es aprender unos contenidos de una vez para siempre, sino aprender a aprender, a estar siempre aprendiendo, no sólo nuevas cosas, sino apren­ der a rectificar, a superar tradiciones, a establecer nuevas situaciones vitales. Es una metodología. La conclusión a la que llega el IV CPO es obvia después de estos presupuestos: «En la fraternidad todos deben sentirse formandos y formadores, abiertos a las realidades culturales, eclesiales y socia­ les» (80). Todo esto se vio y se apoyó fuertemente en I ALAC. Así cuando dice: «Todos los hermanos son formadores, porque cada uno, y prin­ cipalmente los superiores locales y mayores, colaboran en la conversión de todos y están siempre construyendo la fraternidad» (ALAC 239). «E l formador no es alguien que se limita a transmitir conocimientos, sino un hermano que promueve el intercambio vivencial entre los for-

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