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LA FORMACION Y LA RENOVACION DE LA ORDEN 61 Su ideal de conversión permanente es una clara expresión de la fuerza crítica del Evangelio» (7). «La formación debe estimular la iniciativa y la libertad creadora» (29). «Sólo una conciencia crítica puede realizar opciones de acuerdo con la propia vocación» (35). «Nuestra presencia no será alienante y podrá conservar su carácter crítico» (47). «Madu rez quiere decir coherencia, creatividad y capacidad constructiva» (52). En esta óptica del primado de la persona y de la necesidad de partir del análisis de la realidad para lograr una libertad y madurez creativa y crítica, me parece ver una de las razones del rechazo a tratar expre samente de la obediencia en el IV CPO. No es que se niegue la obe diencia, en el documento se insiste en ella (cf. 6, 15, 16, 36, 42, 45, 53, 8 4 ...) pero muchas veces a lo largo de la historia se la ha mani pulado precisamente contra el primado de la persona y su plenitud adulta, fomentando una depauperización infantiloide. Podríamos caer en esa ambigüedad. Se detecta una clara influencia de I ALAC en el establecimiento de este principio. Allí se dijo: «L a persona es el primer valor» (ALAC 152); «el valor de la persona está por encima de los bienes, activida des, saber, títulos, cargos, éxitos, relaciones sociales...» (ALAC 153); «la necesidad de formar una personalidad humana completa... adquiere una relevancia especial y una mayor urgencia...» (ALAC 158). Con relación al IV CPO, ALAC pidió expresamente: una educa ción liberadora (ALAC 286), madurez afectiva (ALAC 287), plurifor- midad (ALAC 288), estudiar la relación entre cultura y formación (ALAC 289) y no elaborar documentos normativos sino más bien in sistir en una constante revisión de los métodos de formación (ALAC 291). Los que estuvimos en I ALAC y en el IV CPO nos sentimos satis fechos de esta coincidencia de los dos documentos. En ellos se entona un canto a la vida, en el sentido de que la formación no debe ser un producto de laboratorio, de biblioteca o de invernadero, sino que las personas se forman inmersas en la vida, en el mundo, entre los hom bres, superando un intelectualismo seco y desencarnado. Nuestros jóve nes también tienen derecho al cántico de las criaturas, no para recitarlo sólo con los labios detrás de los vidrios de una ventana, sino para vivirlo alegremente recibiendo en pleno rostro el sol, la lluvia y el viento en medio del pueblo humilde, nuestro hermano.
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