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60 CARLOS BAZARRA La institución y la persona son realidades vivas y abiertas, con su historia y evolución, y ambas se influyen y condicionan. Por eso, frente al peligro de una norma rígida, un reglamento inflexible al que todo candidato debería someterse, se optó por tomar a la persona como punto de partida: «Hay que tener en cuenta la situación histórica, social, cultural, religiosa y eclesial del sujeto en formación. Sólo así los planes serán eficaces para una genuina formación en la Orden según los lugares y los tiempos» (12). «Este equilibrio debe partir de la persona, tratando de potenciar convenientemente los carismas de cada hermano, siempre de acuerdo con nuestra identidad franciscano-capu china» (50). «L a formación debe considerarse como un proceso perso nalizado» (57). «L a actividad formativa debe centrarse en la persona del candidato» (62). Hay muchos pasajes en todo el documento en este sentido. Pero destaca esta idea, sobre todo, cuando hablando de los responsables de la formación, se coloca a los formandos inmediatamente después del Espíritu Santo, como los principales artífices de su crecimiento. «Deben ser comprendidos, respetados y amados en sus valores espirituales y culturales, y más aun en sus peculiaridades únicas e irrepetibles que evidencian el primado de la persona» (79). El primado de la persona que se defiende en el IV CPO no lleva en modo alguno al subjetivismo, sino que la persona es considerada en su entorno social y cultural, y de ahí la insistencia en analizar siempre primero la realidad: «No se pueden elaborar planes válidos de forma ción sin referirse al mundo en que vive la comunidad formadora y el sujeto en formación» (3). «Las provincias o áreas tienen necesidad de un plan de formación que tenga en cuenta la situación histórica, social, cultural, religiosa y eclesial del sujeto en formación» (12). Todo lo que se afirma sobre la inculturación tiene como fundamento este primado de la persona (números del 23 al 30). Es significativo el empleo del verbo «releer» en su sentido técnico de reinterpretar a la luz de los signos de los tiempos y circunstancias ambientales el mensaje evangélico y franciscano (cf. 1 y 11). Por eso, con necesidad lógica se destaca fuertemente la creatividad, o libertad creadora, la capacidad crítica, características de una perso nalidad adulta: «Debemos formar constructores de una sociedad hu mana capaz de libertad y de sentido crítico frente a las ideologías domi nantes» (6). «E l radicalismo evangélico de san Francisco ofrece modelos de compromiso que suscitan y potencian la libertad y el sentido crítico.
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