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LA FORMACION Y LA RENOVACION DE LA ORDEN 59 1 . P r im a d o d e l a p e r s o n a La primera dificultad surge en el dilema «persona-institución». ¿Es la persona para la institución o la institución para la persona? La admisión de candidatos a cualquier organismo se suele enfocar de dos maneras. Unos consideran a la institución como un todo terminado. El candidato que entra en una estructura se debe acomodar a ella, de lo contrario la estructura lo rechaza. O acepta esta norma de vida o la deja. Esto es obvio tratándose del fin de la institución. Es ridículo querer comprar zapatos en una librería. Usted tiene que ir a una zapatería. Pero no todo es tan simple. Tratándose no del fin sino de los me­ dios, esta concepción es deficiente. Se suicida la institución que pre­ tenda supeditar la persona a la estructura, porque se niega la posibilidad de crecer, de renovarse y, en definitiva, de vivir en plenitud. El Evangelio insinuó la solución cuando hace decir a Jesús: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sá­ bado» (Me 2, 27). El IV CPO considera la institución, en concreto la Orden Capu­ china, no como un todo terminado, sino como un organismo vivo, en desarrollo, en proceso de maduración y siempre en tensión hacia su plenitud. Si se pretende la anulación de la personalidad de los que ingresan, la institución se estanca, se empobrece y degenera. Cuanto favorezca el desarrollo de las personas facilitará el desarrollo de la institución. El dilema se resuelve no eliminando uno de los términos, sino integrándolos, robusteciendo la persona para fortalecer la institución. Nos situamos en una perspectiva de fe: toda persona es llamada por su propio nombre, es decir, con su realidad concreta, sus cualidades y ma­ nera de ser. Es la teología de la vocación. Dios llama a cada uno por su nombre. En la mentalidad semita, el nombre se identifica con la persona. Hay que partir de aquí. «Es muy importante saber aceptar a los hermanos como son, renunciando a pensar demasiado en cómo debe­ rán ser» (80). El IV CPO pone en guardia contra todo lo que amenaza a la per­ sona humana: la masificación y el individualismo (6). La persona es esencialmente «distinción» y «comunicación». La masificación elimina­ ría la distinción, y el individualismo, la comunicación.

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