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76 CARLOS BAZARRA La educación evangelizadora debe tener las siguientes característi­ cas: humanizar y personalizar, integrar al proceso social latino-ameri­ cano, ejercer la función crítica, convertir al educando en sujeto, educa­ ción para el servicio (P 1026 al 1030). Finalmente señala que la educación no ha de perder de vista la situación histórica y concreta en que se encuentra el hombre, situación de pecado; formar personalidades fuertes (P 1032) y producir agentes de cambio permanente y orgánico que requiere América Latina (P 1033). Estas citas bastan para evidenciar cómo Puebla enseña con su auto­ ridad las cuatro ideas medulares del IV CPO: dignidad de la persona, disposición de aprendizaje y de cambio permanente, de fraternidad y solidaridad con el pueblo. Ser fieles hoy a la Iglesia en América Latina es arriesgarse por estas líneas de cambio, de fraternidad y de inserción en el pueblo, y no anclarse en el pasado. C o n c lu sió n La teología yacente en el IV CPO de Roma nos ofrece unos prin­ cipios de auténtica renovación de la Orden en línea con nuestro carisma. El primado de la persona por encima de la ley; la condición esencial de discípulo —y no de maestro— ; el rechazo de todo poder, incluso el clerical, para sentirnos realmente hermanos; y la solidaridad con los pobres y la gente sencilla del pueblo, harán posible esa conversión que la Orden está necesitando. Aplicar esos principios a la formación inicial, que es lo que el IV CPO nos está urgiendo, puede significar una influencia decisiva para los religiosos capuchinos. Los jóvenes no sienten sobre sí el peso muerto de ninguna tradición y poseen la ilusión y la generosidad que el Espíritu reclama para ese nacimiento de lo alto (Jn 3, 3). Hay que contar con ellos. Se afirmó en Quito: «Puesto que el Espíritu Santo puede hablar en todos, los superiores mayores y locales ofrezcan a los hermanos jóvenes la posibilidad de tomar parte activa en la reno­ vación de la Orden» {La Fraternidad, n. 5). Y la estrecha relación entre la formación y la renovación de la vida quedó establecida en estas palabras: «Con el fin de que esta forma de vida pueda llevarse a efecto, se impone el esfuerzo por dar con nuevas formas de iniciación a nuestra vida con la activa participación de los mismos jóvenes» (Q u it o , La vida franciscana capuchina en América Latina, n. 7).

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