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58 CARLOS BAZARRA se pueda prescindir. Una formación adecuada es vital no sólo para la existencia de la Orden sino para mantenerse fiel al propio carisma. La presente Ponencia intenta destacar el pensamiento teológico latente en el documento del IV CPO y ver la importancia que tiene para la renovación de la Orden. Sólo indirectamente haremos ver cómo este mismo pensamiento se encontraba ya en I ALAC. Quienes hemos vivido los dos acontecimientos no dudamos de la influencia del primero en el segundo: las mismas inquietudes en general, los mismos interro­ gantes, la misma orientación. Quizás en ALAC hubo mayor coinciden­ cia por tratarse de un mismo Continente, mientras que en Roma aflo­ raron más divergencias por la disparidad de situaciones en todo el mundo. Ni en Nova Veneza ni en Roma se quiso hacer un documento com­ pleto. Simplemente se detectaron unos puntos emergentes, relevantes. En las respuestas y orientaciones que se proponen, se descubre una teología, una mentalidad. Con su lógica interna y cohesión. La división de apartados no será exhaustiva, pero los principios doctrinales quedan claramente expuestos para hacer todas las aplicaciones que sean ne­ cesarias. Pienso que el documento está redactado sobre cuatro pilares funda­ mentales, y que responden a cuatro binomios o dicotomías que salen al paso en el tema de la formación: persona o institución formando o formador hermano o clérigo pueblo o casta. De entrada, el documento del IV CPO establece nítidamente: «Objetivo de la formación será educar personas que sean capaces de vivir la vida evangélica en nuestro mundo» (4). Analizando esta frase descubrimos en ella los cuatro principios: educar personas = primado de la persona que vivan la vida evangélica = Discípulos junto al único Maestro Hermanos, hijos de un único Padre. en nuestro mundo —insertos en el pueblo. Trataremos de explicar estos cuatro principios detalladamente.

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