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LA FORMACION Y LA RENOVACION DE LA ORDEN 73 Conviene precisar un poco esto. La evolución de los tiempos y los acontecimientos han traído como resultado una disminución de las vocaciones y una considerable reducción de personal en nuestros con­ ventos. Y hay quienes piensan que con el pequeño número de reli­ giosos en cada casa, se ha logrado automáticamente la categoría de «pequeña fraternidad». Pero de la estructura «conventual» a la de «pequeña fraternidad» no se pasa sin más reduciendo el número. Lo conventual es una estructura cerrada sobre sí misma, no porque no tenga relaciones con el mundo, sino porque estas relaciones son de poder, autoridad, magisterio, «luz», asistencia... Hacia dentro las rela­ ciones son más funcionales que personales: se manifiestan las funciones de superior, administrador, consejero, sacristán, cocinero, etc... No es estructura familiar sino social-burocrática. El silencio, el horario, la división de trabajos constituyen el engranaje de lo conventual. La ju­ risdicción va ligada a lo clerical. Y siempre hay una iglesia o templo. En cambio la pequeña fraternidad es fundamentalmente un régimen familiar, especificado por relaciones personales. El estatuto fraterno da a cada uno la posibilidad de decir su palabra, de ser acogido y de acoger, dando primacía a lo afectivo sobre leyes y reglamentos. Con el pueblo circundante se prolongan estas relaciones de apertura, fraterni­ dad e igualdad, no sólo del individuo sino del grupo como tal, de fermento más que de luz, predominantemente laical, sin iglesia propia porque se prefiere servir en iglesias ajenas. Todo esto requiere una «mens», una actitud espiritual (71 ). En la mayoría de los casos nos hemos quedado a mitad de camino, en una forma ambigua de aislamiento del mundo y de búsqueda de afectividad cada uno por su cuenta fuera del convento. Se ha ganado en relaciones personales, pero «todavía queda mucho camino por andar» (46). Todo esto lo constatamos en I ALAC. Y se afirmó con menos timidez que en el IV CPO. «Se constata una fuerte tendencia entre los jóvenes a vivir entre los pobres, participando de su propia vida, con las consecuencias y riesgos que esto supone. Las pequeñas fraternidades serían una forma de respuesta a esta aspiración» (ALAC 77). «La for­ mación, debido a su carácter conventual y monástico, no siempre per­ mitía que las fraternidades estuvieran abiertas a las necesidades del pueblo. Es preciso no cejar en la búsqueda de una manera franciscana específica de actuación apostólica, y los formandos deben ser orientados hacia ella desde el principio» (ALAC 213). «Ya desde el comienzo de

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