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70 CARLOS BAZARRA que se sitúa la casa de formación complicando nuevamente la comuni­ cación con la gente del pueblo {El espíritu franciscano y la pastoral popular, en Cuadernos Franciscanos de renovación 1981, 150). Y sigue diciendo: «A l concentrarse en la promoción clerical y sacerdotal, la Orden de los Hermanos Menores perdió la oportunidad casi gratuita de comunicación con el pueblo por medio de hermanos sin status sacer­ dotal, y por consiguiente sin las barreras que los largos años de estudio levantan en el relativo confort de una casa especial» (Ibid., 151). He oído a alguno decir que el IV CPO es anti-intelectual. No com­ parto ese punto de vista. El intelectualismo que se venía desarrollando en la Orden era esencialmente clerical, tendencioso, en el sentido de fomentar la división de clases, reservando para los clérigos la forma­ ción intelectual y relegando a los no-clérigos a la ignorancia o a unos conocimientos elementales para los oficios domésticos e imposibilitando su maduración humana y plena liberación. El intelectualismo que propone el IV CPO es universal para todos, desligado de lo clerical, y no por eso menos exigente. Unicamente se da prioridad a la vida sobre la teoría, pero en modo alguno se minus- valoran los estudios. En su amplia panorámica se contemplan y caben muchas otras posibilidades de formación al servicio del pueblo y no sólo la clerical. Este es un acierto que no se le puede discutir al IV CPO. La I ALAC planteó este mismo problema sin cortapisa alguna, ni siquiera de léxico. Son tantas las citas y referencias a este tema, que considero superfluo referirme expresamente al mismo. Baste como botón de muestra la petición formal que ALAC elevó al IV CPO: «Que el IV CPO se mantenga en la línea de desclericalización de la Orden» (ALAC 293). Los delegados de América Latina en el IV CPO (en unión con los delegados de Norteamérica que fueron los que expresamente plantearon el problema) creemos haber cumplido el encargo de ALAC y la doctrina ha quedado claramente recogida en el documento del Consejo Plenario de Roma. La palabra no obtuvo luz verde, pero la doctrina sí. Ojalá que ahora la vida sea coherente con el pensamiento.

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