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66 CARLOS BAZARRA a todo el mundo y hagan discípulos» (Mt 28, 19). No es una sutileza de intelectuales, sino una exigencia fundamental de toda vida cristiana. 3 . A n t e todo , h e r m a n o s Voy a abordar el tema en toda su crudeza, tal como se planteó en el mismo Consejo Plenario. Allí se propuso hablar de «desclericaliza- ción». Muchos tuvieron miedo a la palabra, aunque todos estuvieron de acuerdo en su contenido. La palabra «desclericalización» no aparece ni una sola vez en el documento. Personalmente pienso que hicimos lo del avestruz, meter la cabeza bajo la arena para no ver el enemigo. Lo mismo hicieron los redactores de los índices oficiales de Puebla: mencionan entre los temas estudiados las palabras «Socialismo» y «Teología de la liberación» sólo para afirmar: «no ocurre una sola vez». Como si de este modo, callando las palabras se hiciera desapa­ recer la realidad. Nos guste o no, la desclericalización está ahí a la puerta. El planteamiento fue hecho por la Conferencia Capuchina Norte­ americana en estos términos: «La mayor parte de los candidatos se han sentido atraídos a nuestra vida por el ideal sacerdotal. Lo que signi­ fica que nuestra formación es clerical antes y después del noviciado. Así se confunde nuestra formación a la vida de hermanos con la forma­ ción clerical. Esto se evidencia por el hecho de que con frecuencia no se sabe qué hacer cuando se trata de formar hermanos en cuanto tales. Ahora los formadores comienzan a preguntarse si no se trata más bien de formar hermanos en cuanto tales, dejando la formación clerical para después del período de formación inicial. Muchos ven esto como cues­ tión de fidelidad esencial al carisma de nuestro Fundador: ¿Somos una Orden de hermanos o somos una orden de sacerdotes inspirados en el ejemplo de san Francisco?». Trataré de resumir lo más posible la respuesta a la luz del NT, de Francisco de Asís y de las instancias eclesiales actuales. a ) En el Nuevo Testamento Existe un lenguaje y una realidad sacerdotal en el Antiguo Testa­ mento. Jesús en ese entorno no fue sacerdote. Fue un laico, un hom­ bre de pueblo. Celebró una sola misa la última noche de su vida, lejos de la sacralidad del templo y en la profanidad de una casa parti­ cular, en un comedor deméstico. «Todos los autores del NT evitaron

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