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34 MANUEL DIAZ ALVAREZ sus páginas, se le infundió un estilo periodístico, a fin de agilizar y hacer atractiva su lectura, y se empezó a editar con ciento cuatro pági­ nas, a dos colores y con ilustraciones. En 1980 se hace cargo de ella el P. Carlos Bazarra, hombre de una formación teológica profunda y de unas convicciones pastorales dignas de admiración. Optó por convertir a Nuevo Mundo en una revista monográfica. En la actualidad sigue siendo única en Venezuela y en gran parte de América Latina. Cada número nos ofrece temas de auténtica reflexión pastoral. Esta revista ha dado testimonio durante casi veinte años de la competencia y la inquietud pastoral de una buena parte de los capuchinos que trabajan en Venezuela. Publicaciones no periódicas Es este uno de los campos más cultivados por los capuchinos de Venezuela. Y lo han hecho a partir de iniciativas personales fundamen­ talmente, lo que supone vocación y creatividad. Los que han trabajado durante muchos años entre los indígenas han tomado como tarea propia rescatar su cultura y sus tradiciones, convir­ tiéndose para ello en verdaderos rapsodas de las distintas tribus. Los misioneros capuchinos en Venezuela puede decirse que no han escatimado tiempo y sacrificios económicos a la hora de publicar diccio­ narios, libros de cuentos, de historia, de música y catecismos y gra­ máticas para enseñar a los indígenas lo que ellos sabían y para rescatar de ellos los muchos tesoros culturales que se han conservado por gene­ raciones oralmente. El P. Bonifacio de Olea, que venía trabajando como misionero entre los caños del Orinoco, publica Ensayo gramatical del dialecto de los indios guaraunos (Caracas, Gutenberg 1928). Es un grueso tomo de más de cuatrocientas páginas que ha servido durante muchas décadas de orientación a los misioneros, a los mismos indígenas y a los estudio­ sos de este idioma. El P. Bonifacio lo confeccionó después de años enteros de consulta paciente con los indígenas y de poner a prueba sus conocimientos gramaticales. Ha sido calificada por los más ilustres aca­ démicos de Venezuela como una verdadera joya en su campo. Y no sólo por venezolanos, sino también por afamados hombres de letras del resto del mundo. Para muestra las palabras de Rudolf Schuller, pro­ nunciadas en 1929:

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