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APORTACION CIENTIFICA DE LOS CAPUCHINOS. 51 figura la vigilancia, visita y atención a los distintos caseríos, predicación de la Palabra y administración de los sacramentos, los capuchinos han tratado de promover al aborigen defendiendo su cultura, dándola a conocer a través de revistas y libros que hemos reseñado, y a través de centros de educación peculiares. En casi todos los centros misionales hay escuelas bilingües, en las que se les enseña a los indígenas en su lengua nativa y en castellano todo lo que contienen los libros de ense­ ñanza primaria en Venezuela. Centros de estos, en régimen de internado, semiinternado y exter­ nado funcionan en Guayo, Araguaimujo, Nabasanuka, Ajotejana (Delta Amacuro); Tukuku, Guana, Guarero, Saimadoyi, Bogsí (Guajira-Perija); Santa Elena, Kavanayén, Kamarata y Wonkkén (Gran Sabana). En sus labores los capuchinos son ayudados por algunas congregaciones de reli­ giosas, con una gran mística misionera. Con gran esfuerzo los misioneros capuchinos han logrado abrir en Guayo (Delta Amacuro), Guana (Guajira) y Santa Elena (Gran Sa­ bana), centros de enseñanza secundaria, a los que asisten un cada día mayor número de jóvenes indígenas que, de otro modo, no podrían acceder a ese nivel de la educación. Muchos de los egresados de estos centros misionales ocupan puestos de cierta importancia a nivel nacional y local. Cuando los misioneros capuchinos llegaron al Delta Amacuro y a la Gran Sabana, extensiones enormes y casi despobladas, no había nin­ gún pueblo o caserío de importancia. Los indígenas vivían muy disper­ sos y alejados del resto de Venezuela. E incluso en regiones fronterizas fueron los que defendieron el territorio nacional de la invasión, sobre todo por parte de la Guayana inglesa. Gracias a su tesonera y constante labor, a la hora de enseñar al indígena, no sólo las letras, sino también las artes de la vida (agricultura, pesca, ganadería, construcción...), fue­ ron surgiendo poblaciones que se perfilan como considerables ciudades en el futuro. En casi todos los centros misionales hay cuasiparroquias que cum­ plen con todo lo que se les exige a instituciones semejantes en otros lugares de la iglesia local. Entre las parroquias que más asiduamente han atendido los capuchinos durante los últimos años figuran la de San José, en Tucupita, ciudad con cerca de cincuenta mil habitantes; la de Machiques, que hasta hace unos años era única, en una población con parecido número de habitantes al de Tucupita, y que ahora se ha desmembrado en dos. En éstas y otras parroquias ya urbanas los capu-

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