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Aportación científica de los Capuchinos en Venezuela Los Hermanos Menores Capuchinos, o la Orden Capuchina, como tradicionalmente se la ha llamado en Venezuela, han estado presentes en este país prácticamente desde su descubrimiento. En siglos pasados la epopeya de la evangelización estuvo en manos de los catalanes y andaluces, quienes, con una audacia sólo comprensible desde el carisma franciscano, llegaron a todos los rincones de nuestra accidentada geo­ grafía. Aunque su finalidad fundamental era evangelizar a los indígenas, mediante una catequesis y asistencia religiosa constante, muy frecuen­ temente se convirtieron en auténticos promotores de la cultura, el arte y las ciencias que podríamos llamar de la vida. Hicieron de carpinteros y agricultores, cartógrafos y enfermeros, maestros y artesanos. En cró­ nicas, en documentos, en las mismas ruinas de las antiguas misiones, en la tradición popular, consta que los capuchinos enseñaron a los indígenas no sólo la doctrina cristiana, sino también a cultivar la tierra, a fundar pueblos y a fijar sus límites geográficos, en unas fronteras, la mayor parte de las veces, indefinidas. Se sabe que fueron los inicia­ dores de más de trescientos pueblos, muchos convertidos hoy en gran­ des ciudades. Una gran parte de las iglesias y monumentos histórico-religiosos de Venezuela son obra de los franciscanos y de los capuchinos. Entre los que contribuyeron a configurar la historia venezolana y sus protago­ nistas figuran varios religiosos ilustres, tales como fray Tiburcio de Redín que, habiendo venido a Venezuela en busca de aventuras y tras abandonar una familia noble en España, toma los hábitos y se dedica a defender al indígena con un apasionamiento tal que le acarrea no pocos sinsabores y críticas. Y no podemos dejar a un lado al P. Ca- tarroja, autor de una especie de diccionario barí que ha sido útil incluso

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