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HISTORIA CAPUCHINA EN VENEZUELA 23 Poco a poco el progreso de la Misión del Caroní exigía más dedi­ cación y entrega. A comienzos de los años 50 se vio como necesidad deslindar dos campos totalmente diferentes: la Gran Sabana y el Delta. Así se provoca una reorganización dando paso a la creación del Vica­ riato Apostólico de Tucupita. Parte de la zona criolla pasa a la Dió­ cesis de Ciudad Bolívar y la Misión del Caroní se reduce a la zona indígena exclusivamente. Es evidente que la Venezuela posterior a los años 50 ha sufrido cambios radicales. Al progresivo auge del petróleo como materia de pri­ mer orden sigue en los años 60 el afianzamiento del régimen democrá­ tico, que poco a poco, va configurando una nueva realidad en todos los órdenes. Cada región del país sufre transformaciones concretas y los indígenas se ven afectados por ello. Por otra parte, la larga labor mi­ sionera ha redundado en una promoción del indígena que presenta ahora otra cara y otras posibilidades. A los viejos problemas suceden otros. Ya no serán tanto — compa­ rativamente— las comunicaciones o las enfermedades endémicas o la agresividad indígena-no indígena, los problemas de primer orden. Pero nacen otros. Así, en la región de Perijá la lucha por conservar las tierras de los indígenas serán el verdadero dolor de cabeza durante mucho tiempo. Una historia oculta y negra se irá tejiendo con un ir y venir de influencias y la aparición de situaciones límite, donde es difícil acer­ tar porque las urgencias y presiones serán muchas. Es un nuevo precio: exponerse a la equivocación porque la suerte del misionero capuchino se ató a la del indígena, y por momentos, ésta es muy negra. También surgirán, desde fuera de las comunidades indígenas, acu­ saciones más o menos orquestadas, sobre todo en los años 70; los ma­ yores recursos en poder del Estado presentan una novísima tentación: burocratizar la actividad en favor del indígena, evidentemente los mi­ sioneros son un obstáculo de primer orden. Por todo esto y desde dis­ tintas motivaciones se levantan críticas a la labor misionera. La expe­ riencia demuestra que la cosa no es tan fácil y poco a poco las aguas vuelven a su cauce. Está demás constatar que también de un sector de la Iglesia se presentan voces que, por snobismo, o ignorancia, o con­ temporización se hacen eco de las mismas críticas. El Concilio, como acontecimiento eclesial también afecta a la Iglesia Venezolana y, por lógica, a las Misiones y a los Capuchinos. Con un interés idéntico al pasado: vivir y trabajar con los menores, los indí­ genas, comienzan los cambios en las actividades, en las obras y en las

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