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22 ADRIAN SETIEN — lo mismo que la investigación histórica— dura hasta nuestros días. En los dos últimos años pasan de ocho las obras publicadas. Todo lo anterior se refiere a obras de envergadura, a esto habrá que añadir los artículos publicados en diferentes revistas y, sobre todo, en «Venezuela Misionera». Mientras en el territorio ocupado por no indígenas prosigue y se amplía el apostolado y las residencias, en el campo misionero siguen abriéndose nuevos frentes de actividad: en 1949 se funda el Vicariato Apostólico Guajira-Perijá. Si eri el extremo oriental de la República las grandes dificultades fueron las comunicaciones y las enfermedades en­ démicas, en el extremo occidental serán las comunicaciones y los con­ flictos entre indígenas y no indígenas. Los yucpas con su tradición caribe y los barí con su experiencia de muerte y acoso presentaron un campo difícil de trabajo. Por otra parte, las tierras que habitaban estos indí­ genas eran codiciadas por los blancos, lo que añadía un ingrediente más a la compleja situación. Si en la misión del Caroní la muerte frecuente de misioneros se debió a las inclemencias naturales, aquí, el derrama­ miento de sangre, fue por flechamiento de los indígenas. A poco de fun­ darse la Misión, los misioneros pidieron protección al Gobierno. Este responde que la alternativa está en salir de la Misión o seguir como hasta el momento. Y los misioneros, desafiando la muerte siguieron como hasta el momento. El problema de los barí — vulgarmente llama­ dos «motilones»— fue todo una odisea. Como objetivo de primera hora fue su pacificación, pero ésta debía aguardar 17 largos años de esfuerzos, incertidumbres y zozobras. El paso del tiempo hacía cada vez más crítico el problema; los barí eran exterminados de diversas maneras y desde fuera era imposible hacer frente a la situación. Así, por fin, se toma una decisión crucial: entrar sin más en la zona habi­ tada por los indígenas. Dos misioneros se descuelgan desde un heli­ cóptero y dos entran por tierra. Era el 22 de julio de 1960. La opera­ ción tuvo éxito absoluto y el problema se solucionó como por arte de magia. Atrás quedó la angustia, los momentos de peligro y la proxi­ midad de la muerte: una hazaña más para la Historia. Casi como una constante, el primer Vicario Apostólico apenas aguan­ tó 10 años al frente de la Misión, veterano misionero del Caroní, su­ cumbió a los rigores del clima y tuvo que ausentarse de la Misión defi­ nitivamente; de regreso a España llevaba por todo capital 500 bo­ lívares.

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