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18 ADRIAN SETIEN — 22 de septiembre de 1841. Se comisiona al Pbro. José Manuel Alegría, en cumplimiento de una ley del Congreso, para que consiga misioneros en Europa — 22 de diciembre de 1858. Resolución autorizando la venida de misioneros — 1874. Supresión total de los conventos, incluyendo los de monjas. — 27 de octubre de 1890. Resolución autorizando al arzobispo de Caracas a gestionar la traída de misioneros. A pesar de todos los esfuerzos el problema indígena permaneció como al principio. La única solución viable a los ojos del gobierno eran las misiones y éstas no pudieron reinstaurarse. La gestión de 1841, del Pbro. José Manuel Alegría, culminó con el arribo a las costas venezolanas de más de 70 capuchinos españoles entre 1842 y 1843; con todo, y ante las presiones para desviarlos de su objetivo específico: atender a los indígenas, la mayor parte se ausen­ tó poco después. Los obispos y el Gobierno, ante la escasez de clero los quisieron hacer curas en zonas urbanas y criollas no indígenas y para esto no habían venido a América. Algunos, con todo, aceptaron la propuesta y se quedaron definitivamente de párrocos. Cuando en 1891 el arzobispo de Caracas Mons. Críspulo Uzcátegui llega a Roma y expone los deseos del Gobierno a León XIII, éste les remite al Comisario de los Capuchinos de España y Provincial de Cas­ tilla, Joaquín de Llevaneras. La entrevista con éste tuvo lugar en el convento de Lecároz (Navarra, España). Hacía sólo 13 años que la Orden había sido restaurada en España después de la exclaustración. Aquí comienza la última parte de la Historia. El día 9 de diciembre de 1891 llegan a Caracas dos sacerdotes, tres estudiantes y tres hermanos no clérigos. En años sucesivos llegarían más. Era el retorno con idénticas ilusiones: restablecer las misiones. Esta vez, la experiencia impondría su criterio y el realismo haría posible que más adelante, por fin, se realizara su sueño. Por lo demás, da la impresión de que esta vez los capuchinos venían dispuestos a todo, em­ pezando por crear las condiciones si hacía falta. Venezuela era un país devastado, desarticulado, los 80 años de vida independiente no habían sido suficientes para organizar la nación que era además extremadamente pobre. El Gobierno administraba un pre­ supuesto exiguo a través de estructuras políticas y económicas dema­ siado endebles. La inestabilidad política era otro factor determinante.

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