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8 MANUEL GONZALEZ GARCIA el Evangelio de Jesús: "Id por todo el mundo y predicad elEvangelio a toda creatura” (Me 16, 15)» (n. 10). Dentro de esta dimensión evangélica y misionera común y general, hay que recordar la peculiaridad de la vocación franciscana. Y, por ello, retornar brevemente a Francisco de Asís, que inició una nueva forma de vida. Esta no estará condicionada por el lugar, el monasterio, sino por las exigencias de la acción apostólica, que busca y favorece el contacto con la gente y la predicación itinerante. Los historiadores del santo indican que, probablemente, ya en el año 1212 tuvo lugar el primer intento del santo para dirigirse a Orien­ te (C e l a n o , Vida primera 55; S a n B u e n a v e n t u r a , Leyenda mayor 9, 5). Poco más tarde, entre los años 1213-1215, realizó un segundo in­ tento que tampoco obtuvo éxito completo. Emprendió un viaje para dirigirse a Marruecos «a predicar el Evangelio al Miramamolín y sus correligionarios. Tal era la vehemencia del deseo que le movía, que a veces dejaba atrás a su compañero de viaje y no cejaba, ebrio de espíritu, hasta dar cumplimiento a su anhelo» (C e l a n o , Vida primera 56. Cfr. también S a n B u e n a v e n t u r a , Leyenda mayor 9, 6). Su viaje tuvo un final inesperado, pues Francisco enfermó en Espa­ ña y no pudo cumplirse su proyecto de llegar a Marruecos. A raíz del capítulo de la Orden celebrado en Pentecostés, en el año 1219 (26 de mayo), Francisco emprende un nuevo viaje misionero, esta vez camino de Oriente. Las fuentes franciscanas, así como otros testimonios de la época, cuentan con minuciosos detalles su llegada a Damieta y su entrevista con el sultán Melek-el-Kamel (cfr. C e l a n o , Vida primera 57; S a n B u e n a v e n t u r a , Leyenda mayor 9, 7-9; Flore- cillas de San Francisco y de sus compañeros 24). Más importante que estas peripecias apostólicas, fue la inspiración que alentó sus intuiciones apostólicas y misioneras. Prueba concreta y evidente de la misma son los capítulos que dedica en sus reglas a «los que van entre sarracenos y otros infieles» {Primera regla 16; Segunda Regla 12). Es particularmente importante el testimonio de la primera regla al determinar los dos modos posibles de comportarse el hermano entre los infieles y los sarracenos: a) confesando que es cristiano y no promoviendo disputas o con­ troversias, b) cuando parezca oportuna ante el Señor, anunciando la palabra del Señor para que los infieles alcancen la fe y, bautizados, se hagan cristianos.

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