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436 JUAN JOSE HERNANDEZ ALONSO te quietud, es casi una constante en el pensamiento de T. S. Eliot, encontrándose no solamente en Asesinato en la Catedral sino también en otros Plays. Becket y las mujeres de Canterbury tipifican el dualis­ mo, o la doble vertiente, de la eternidad y el tiempo, de lo inmutable y lo pasajero, del espíritu y la carne, de la acción por el sufrimiento y del sufrimiento por la acción. Si recordamos, por una parte, los versos que Becket, en una actitud de superioridad, dirige a los sacerdotes respecto a la actuación de las mujeres de Canterbury, afirmando que éstas: «saben y no saben qué es obrar o sufrir, saben y no saben que acción es sufrimiento y sufri­ miento es acción»... y, por otra, las mismas palabras, echadas en cara al arzobispo por el cuarto tentador, se ofrece ante nuestra considera­ ción una paradoja o expresiones, mitad ciertas, mitad dudosas, que pue­ den conducirnos a descubrir la tesis que el autor quiera transmitir de una manera más profunda y más rica. El tema de «la acción y el sufri­ miento» no es, en consecuencia, pura abstracción en la trama de A se­ sinato en la catedral, ni puede reducirse a un mero juego de palabras, quizá brillante, sino que constituye una pieza clave para la interpreta­ ción de la obra ya que en ella, a nuestro juicio, se verifica, de un modo profundo y bello, la ambigüedad descubierta en otras escenas, que a la vez originan el cambio, esencial en el arte dramático. Sufrir, en ocasiones, es sinónimo de experimentar en la propia car­ ne el mal, del tipo que éste fuere; otras veces, es simplemente un reconocimiento de lo que sucede a la propia persona. A veces hacemos cosas; otras, nos suceden y las sufrimos procedentes de alguien dis­ tinto a nosotros. En cualquier caso, son experiencias por las que pasa­ mos, aunque no seamos capaces de razonar ni de indagar el porqué de las mismas. Sabemos que suceden las cosas pero no sabemos expli­ carlas. Lo que hacemos y lo que sufrimos o padecemos son, en última instancia, la misma realidad —de ahí que toda acción sea sufrimiento y todo sufrimiento, acción— ya que todo el quehacer humano se des­ envuelve, como la rueda que gira siempre y siempre está inmóivl, bajo la dirección absoluta de un agente último que trasciende los aconte­ cimientos temporales. Por otra parte, «ni el agente sufre ni el paciente obra», porque la acción y el sufrimiento tienen contenidos específicamente distintos y son, Action as Passion: Tvistan and Murder in the Cathedral, en The Kenyon Review 9 ( 1947 ) 213 - 7 .

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