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424 CELINA ANA LERTORA MENDOZA actos intelectuales no son infinitos. De modo que para Bacon hay una relación entre sabiduría y potencia: cada ser puede obrar en tanto conoce, y conoce tanto cuanto su potencia se lo permite. Ahora bien, el paso del no-ser al ser que implica la creación supone una potencia infinita que pueda salvar la infinita distancia óntica entre ambos tér­ minos. Por tanto la sabiduría o conocimiento correspondiente, también será infinita. Tal es la deducción de la sabiduría divina que Bacon acepta, y que propone como contraargumento cuando se pregunta si el mundo es contingente. Por supuesto, luego negará que la infinita sabi­ duría implique un operar necesario, pero el centro del razonamiento queda concedido. Deinde videmus quod res carentes potentia infinita, ut animalia et homi- nes et angelí, habent cognitionem, propter nobilitatem suae naturae: ergo cum natura causae jam quaesitae sit nobilior infinitum quam aliquod hujusmodi, habebit potestatem cognoscendi. Sed cum omnia alia quae in ea sunt inveniuntur infinita, haec causa habet sapientiam infinitam. Item si esset finita, esset imperfecta, et subjecta naturaliter transmutationi ad magis et minus. ut patet in caeteris cognoscentibus, sicut omne imperfec- tum. Et ideo prima mutatio quae est circa esse et non esse posset hic re- periri, ut superius est persuasum. Oportet igitur quod sit sapientia infi­ nita in hac causa; sed si potentia ejus est infinita potest hunc mundum producere, et ejus sapientia infinita novit de hoc optime ordinare, et ejus bonitas requirit quod fiat, quia optimi est óptima facere, et suam boni- tatem communicare aliis, in quantum possibile est eis (Opus Majus V II, Moralis Philosophia IV; ed. Bridges II, p. 379). De la infinitud de esencia y potencia se concluye la infinita bon­ dad, porque es necesario que los atributos sean proporcionales a la esencia. En terreno metafísico invierte Bacon los razonamientos aris­ totélicos. Se decía en la Physica (206b 33) que infinito no es aquello fuera de lo cual no hay nada (como decían Parménides y Platón) sino aquello fuera de lo cual siempre hay algo, cada vez que es tomado. Y entonces resulta que lo finito y limitado es lo que tiene forma y es perfecto, porque nada se le puede añadir ni quitar, mientras que al infinito siempre se le puede añadir o quitar algo, pues es un proceso y no un resultado. Ahora, en cambio, se considera la infinitud como resultado (o acto, para ser más precisos), y es aquello a lo cual nada puede añadirse, mientras que lo finito es, a la inversa, lo susceptible de aumento o modificación. Este argumento invertido es empleado al tratar sobre la bondad divina:

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