PS_NyG_1983v030n003p0399_0406

402 ERHARD-WOLFRAM PLATZECK cos ciudadanos del reino de Dios, que cumplen en la tierra su voluntad como la cumplen los ángeles en el cielo? La respuesta afirmativa es la más connatural. Pero, ¿cómo puede llegarse a esta respuesta afirmativa? ¿cómo justificarla basados en el texto del Padre nuestro? Pues mediante esta misteriosa palabra «epiou- sios» que aparece en el centro. Pero entendida como la traduce Jeró­ nimo: como pan sobreesencial, sobresustancial. Pues Jesús mismo ha dicho: «Yo soy el pan de vida, de la vida eterna» (Jn 6, 25; 6, 51s.). Este pan es el pan sobresustancial (supersubstantialis); el pan eterno (perpetuus); espiritual/corporalmente «necesario» (necessarius), pan para la vida eterna. En este sentido nos manda pedir Jesús: «nuestro pan (el pan del Padre para nosotros), el sobreesencial, dánoslo hoy». Así o algo parecido debería traducirse al español la cuarta petición del Padre nuestro. En este contexto se comprende perfectamente que, desde siempre, en la misa del rito latino se rece el Padre nuestro antes de la recep­ ción del pan eucarístico. Es el Señor, el Mediador quien va a venir a nosotros. Por eso se comprende también que, inmediatamente antes de recibir la comunión —es decir, al Mediador eucarístico entre Dios y los hombres— , pidamos perdón. Desde luego bajo la condición de que nosotros perdonemos a los que nos han ofendido2. Si en la cuarta petición del Padre nuestro pedimos al Mediador Jesucristo, el pan euca­ rístico para unirnos más íntimamente a Dios, entonces el perdón de nuestros pecados ha de ser una condición indispensable. Por eso, pode­ mos decir ya en la quinta petición: «y (antes) perdónanos nuestras ofensas como nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido». Con esto comenzamos ya a comparar las palabras del texto español del Padre nuestro con el número de palabras que éste tiene en el ori­ ginal griego. Hay alguna ligera falta de coincidencia, pero se trata de pormenores gramaticales sin importancia. De la comparación resulta, pues, el siguiente esquema: 2. La forma verbal griega «aphékamen» es el aoristo de «aphiemi». Según N e s tle - R ie n e c k e r , Sprach-Schlüssel zum Griechischen des N.T. (1963, 11 ed., 14), puede traducirse como «un conjuro» de aquello que hacemos. Por tanto, propiamente no en el sentido de lo que prometemos y, por tanto, queremos ha­ cer. Con todo, la expresión «queremos perdonar» puede ser entendida como un tal «conjuro» y, por tanto, puede quedar así.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz