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El centro del Padre nuestro El autor de estas líneas leyó una vez, ocasionalmente, que en ciertos textos de la antigüedad, la palabra clave se encuentra, aun numérica­ mente, justo en el centro del texto. Así se constata en algunos diá­ logos de Platón. Al leer una vez más el texto griego del Padre nuestro según Mateo 6, 9-13, me vino de repente la idea de que podrían contarse las pala­ bras del texto tanto desde el principio al fin como a la inversa. Y lo hice a la buena de Dios. ¿Un ocioso entretenimiento? Caso de que un lector crítico interrumpiese aquí su lectura, lo haría en propio per­ juicio, pues lo que sigue merece atención. El texto griego del Padre nuestro —por tanto el más antiguo en occidente— , consta de 57 palabras. Contando hacia adelante hasta 29 nos encontramos con las mismas palabras que contando hacia atrás. En efecto, 28 + 1 + 2 8 son 57. Esta palabra —vigésimonovena en ambas direcciones— es un término griego del que Orígenes (muerto hacia 254) confiesa que, por lo que él sabe, no aparece en toda la literatura griega. Cierto que tal afirmación está limitada al saber perso­ nal de Orígenes. Pero, dados los amplios conocimientos literarios de un Orígenes, demostraría que se trata, al menos, de una palabra excep­ cionalmente rara en la literatura griega. Es posible que incluso se trate de una palabra acuñada expresamente para el texto griego del Padre nuestro. Tal constatación sería ya de suyo sorprendente, pues todas las demás palabras del Padre nuestro son del todo corrientes y fáciles de entender. ¿Por qué, pues, sólo aquí y —nótese bien— justamente en el centro, aparece un término extraño, inusual? Y, además, de varia significación. Se trata del acusativo singular masculino del adjetivo griego «epiousios». Ya las más antiguas versiones dudan al traducir este término. La «Itala», la primera traducción latina pone, según Nestle (Stuttgart 1981), «cottidianum» (cotidiano). La «Vulgata latina» —cuya traduc-

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