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ORTEGA DESDE SU CIRCUNSTANCIA 383 como si se estrellara todo propósito de originalidad, de autenticidad, de singularidad innovadora»30. La forma de existencia auténtica correspondería al héroe, que vive temerariamente la grandeza de la vida con la clarividencia de la pre­ sencia de la nada. La existencia auténtica está llena de «la conciencia de que el hombre es el ser para la muerte, la aceptación integral de la nada, y el reconocimiento de la nulidad propia y de cuanto emane del propio se r » 31. Aunque tal evidencia de la nada, y su consiguiente angustia, no suprimen la acción, pues el héroe es activo, creador. Se trataría, realmente, de concesiones que la autenticidad hace a la exis­ tencia cotidiana32. Hoy los héroes han desaparecido pero podemos recibir la herencia histórica de su ejemplaridad y repetir la forma de su actitud heroica. Ello supone una actitud consciente (lejana de la inconsciencia del héroe hegeliano), que lleva a crear en la unicidad de la propia vida, «una especie de reproducción o recreación del ejemplo, y esto se logra reco­ giendo la lección del acto heroico, adoptando su herencia e integrán­ dolo en el propio ser, de tal modo que el nuevo acto represente algo tan auténtico como el original»33. La historia es, pues, fruto de la libertad que integra lo forzoso y lo elegido, condicionamiento y posibilidad: «Al historiador le compete discernir entre unos y otros, y esto lo aboca inevitablemente al por­ venir; pues, del examen de lo que condicionado y lo que fue posible en el pasado, de lo que fuera novedad y lo que fuera repetición, surge la cuestión de la novedad y la repetición en el futuro, y una eventual respuesta, que es como un cálculo de lo que es susceptible de acontecer de nuevo, y toma la forma característica de una predicción» 34. 30. HE 21ó. 31. HE 212. 32. Propiamente la forma de existencia auténtica e inautèntica no se refiere a dos seres distintos, sino que la inautenticidad es patrimonio de todos y contra tal forma de existencia se ha de luchar para alcanzar la autenticidad. «Pero esta no anula o suprime la banal existencia cotidiana; simplemente, desde su altura, nos permite comprenderla como tal y darle su valor propio (que es un valor nulo). La autenticidad, por esto mismo, es siempre precaria. No es una condi­ ción originaria, ni un estado permanente, una vez ya logrado; sino un estado de guerra, una lucha a la que sigue la derrota en cuanto cesa o se interrumpe» (HE 210). 33. HE 212. 34. HE 213.

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