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ORTEGA DESDE SU. CIRCUNSTANCIA 377 a Ortega como «artesano de la palabra» y señala que poseía «el genio de la palabra, el genio de la expresión». En ambas dimensiones es ma­ nifiesta la grandeza de Ortega, pues como «artesano» (al igual que el carpintero, el albañil o el escultor) goza de «esa insustituible nobleza ética que da la conciencia de la obra bien hecha, del trabajo bien acabado. El artesano nunca es un parásito: gana con su obra un lugar en el mundo y deja en él una huella» 8. Y, en cuanto ejerció su acti­ vidad artesanal sobre la palabra, alcanzó un puesto elevado, «porque no veo que haya podido el hombre crear un arte de más hidalga con­ dición que el arte de la expresión verbal» 9. Por otro lado, el genio de Ortega es evidente en cuanto productor de la palabra, de la expresión verbal. Así escribe E. Nicol: «Se nota que Ortega goza siempre con la expresión, que se regodea incluso en ese mar infinito de las palabras que es su habitat, su elemento natural. El hallazgo de una fórmula feliz le da felicidad y la comunica a sus lectores» 10. Con todo, no exime de alguna crítica su genio creador de la pala­ bra, señalando algunas deficiencias que afectan bien sólo a lo que pu­ diéramos llamar la formalidad externa de su estilo bien a aspectos más íntimos de su personalidad que afloran en la expresión estilística. En el primer caso se encontraría una cierta sequedad de estilo al ser «más intelectual que lírico, que cordial, si así cabe expresar un rasgo que no deja de tener relación con el hecho de que fuera también más grá­ fico que musical, más visual que auditivo. Las cualidades puramente musicales de melodía y ritmo, de consonancia y armonía, le fueron negadas» 11. Como también su prisa por escribir y su facilidad le hacen la mala pasada de que «sus oraciones resultan a veces barrocas, o de­ masiado abruptas, como si no hubiese tenido tiempo de alisarlas» 12. 8. FH 247. 9. FH 247. 10. FH 244. Hablando en otro lugar de Ortega como «genio de la expre­ sión», E. Nicol llega a afirmar que su genialidad fue más verbal que conceptual en su pensar apresurado: «Me atengo a los resultados para conjeturar que su experiencia era más deleitosa en el súbito hallazgo de la idea y en su pronta, feliz expresión, que en la aventura un poco intimidante, pero fascinadora, de ex­ plorar paso a paso las regiones de penumbra que se encuentran más allá del sec­ tor iluminado por la idea solitaria. Ortega era un pensador apresurado, como él mismo confesó una vez» (FH 271). 11. FH 244-245. 12. FH 244. En el artículo citado anteriormente (Some Indications...) añade que Ortega fue un buen escritor «but whose style is full of mannerisms» (581).

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