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COMUNIDADES RELIGIOSAS CON CAPACIDAD. 347 La comunidad religiosa intenta expresar externamente, como razón única de convivencia, la nueva convocación para vivir unidos en Cris­ to. Con ello no decimos que los miembros de una comunidad religiosa sean más hijos de Dios o más hermanos en Cristo que los demás cris­ tianos dentro de su vida, inserta en comunidades naturales. Lo que afirmamos es que los religiosos expresan, por su comunidad de vida, la dimensión filial y la fraternidad, precisamente porque ellas han sido la razón de haberse congregado» 9. La idea es clara. También otras comunidades, por ejemplo, la comu­ nidad familiar, deben aspirar a vivir y a manifestar la filiación y la fraternidad cristianas. Pero la comunidad religiosa es tal, precisamente porque, en última instancia y como explicación fundamental de su mis­ ma existencia, intenta vivir la fraternidad y la filiación que predicó y vivió Jesucristo. Y ésa sería la mejor concretización del famoso seguir a Cristo —«secuela Christi»— , intentado por los religiosos de todos los tiempos. Se trata de seguir a Cristo. Pero se trata, exprimiendo el significado de ese «seguir», de vivir básicamente encarnando esas dos vertientes de la vida de Cristo: la filiación del Padre y la fraternidad universal que brota de aquella filiación. De esa comunidad religiosa —de la que brota de esa idea— , es de la que hablamos aquí porque sólo tal comunidad es auténticamente comunidad religiosa. Insistiendo: nos interesan los aspectos psicológicos, sociológicos, etc., de la comuni­ dad religiosa. Pero partimos de que lo que define a una comunidad religiosa, en cuanto tal, es su fundamento teológico, su apoyarse funda­ mentalmente, como razón de ser, en la filiación y fraternidad predica­ das y vividas por Cristo. II.—CUALIDADES DE LA COMUNIDAD RELIGIOSA QUE CONVOCA Supongamos ya a la comunidad religiosa adornada con esos dos pre­ supuestos que digo son absolutamente imprescindibles para su existen­ cia y, naturalmente, para toda su posible labor vocacional: es un grupo estadísticamente correcto y se entiende, a la base, como un intento sin­ cero por vivir la fraternidad y la filiación predicadas y vividas por Cristo. Pero, ¿sería eso suficiente? Poseyendo esos dos elementos fun- 9. Teología sistemática de la vida religiosa, Madrid 1979, 357.

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