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COMUNIDADES RELIGIOSAS CON CAPACIDAD.. 343 también en los grupos de vida religiosa consagrada, está supeditada o depende de numerosos y diversos factores. Las personas, por ejemplo, son siempre distintas —básicamente son ya hombres o mujeres— , y esa diferenciación de sexo influye en el grupo haciendo aconsejable y hasta posible que éste sea, según los casos, más o menos numeroso; desde otro punto de vista está la finalidad operativa del grupo —con­ templación, estudio, apostolados varios— , que también incide, como es obvio, en el número de los que deben integrar o componer la comu­ nidad religiosa. Me parece, en este sentido, que es sensata la adver­ tencia que hace un estudioso de dinámica de grupos cuando dice: «es dudoso que haya un número mágico que está asociado con la «me­ jor» magnitud del grupo. Los tamaños eficaces pueden variar con la tarea, el tiempo disponible, la madurez del grupo, la secuencia en la acción que se requiera» 5. Así es, en efecto. Diversos factores inciden forzosamente en el número de miembros del grupo. Y hacen imposi­ ble, en la práctica, el que se pueda fijar taxativamente de cuántas per­ sonas debe constar, por ejemplo, la comunidad religiosa. Pero si no cabe fijar con exactitud matemática su número, es posi­ ble dar unas cifras moralmente aproximadas. De hecho son muchos los escritores, especialistas más o menos cualificados sobre vida religiosa, que nos han dado cifras aproximadas en relación con el número de personas de que debe constar, según ellos, la comunidad religiosa. Y aunque no todos coincidan en la cifra, existe una cercanía significativa entre unos y otros. Personalmente creo que uno de los que mejor abordan y solucionan este tema es Gerardo Pastor, profesor de Socio­ logía en la Universidad Pontificia de Salamanca; de él es esta cita con cuyo contenido estoy de acuerdo casi totalmente: «Tres o cuatro miem­ bros son pocos para formar una comunidad, normalmente hablando, a no ser que se trate de un grupo de acción en continua comunicación con otros grupos; la razón es que como realidad social es pobre, las individualidades sobrepasan y se imponen a la realidad grupal y el nú­ cleo social es casi nulo. Por otra parte tiene el peligro de depauperar a las mismas individualidades — faltando el equilibrio— , ya que en el intento de nivelación de las mismas, al haber poca variedad de perso­ nalidades, se puede caer en un narcisismo de grupo y en una atonía práctica que acabaría en el aburrimiento por falta de contrastes inter­ nos. Un grupo superior a los doce miembros puede existir como grupo 5. Conducción y acción dinámica del grupo, Buenos Aires 1980, 105.

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