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372 MIGUEL G. ESTRADA por ejemplo, es refinada en materia de educación, que está atenta a los movimientos teológicos, que conecta comprensivamente con las corrientes ideológicas seglares, que está formada para practicar un liberalismo altamente civilizado al interior y al exterior de sí misma, que vive sensibilizada y afectada por palabras tan densas como jus­ ticia, respeto, liberalización. En esta línea se debe entender lo que quiero significar cuando me refiero aquí a la vida religiosa de consa­ grados con esos calificativos: cultivada, refinada, etc. No es suficiente con que no caiga en lo zafio, en reacciones aldeanas, en politiqueos prosaicos a base de zancadillas, en pobreza espiritual, en un conserva­ durismo que sea simple tapadera de ignorancias y comodidades. La comunidad religiosa que llamo cultivada se define por un ambiente elevado en el que se vivan con naturalidad y exigencia esos elementos postivos a los que acabo de aludir. Sola la comunidad religiosa que es también cultivada según ese concepto amplio, tiene capacidad de acogida en clave vocacional. Y es que el hombre que se llega a un instituto religioso, y al que hay que suponer inquieto y en línea con las corrientes espirituales mejores de hoy, sólo aceptará convivir en un grupo humano muy al día, muy sen­ sibilizado ante lo mejor del mundo de hoy. Y , entonces, el grupo de consagrados que aspire a ser hogar acogedor para ese hombre deberá vivir conectando positivamente con aquellas inquietudes y corrientes. Yo no sé hasta dónde somos conscientes los religiosos actuales de esto. Porque, a veces, damos la impresión de ser grupos de nostálgicos o equipos de restauradores de antigüedades. Pero es evidente que eso — vivir soñando o anhelando cosas pasadas— , no sirve en plan voca­ cional; nadie persevera en una comunidad religiosa de consagrados con la perspectiva de reproducir formas de vida medievales o decimonóni­ cas. La comunidad religiosa que quiera tener capacidad de acogida deberá ofrecer un presente tenso y elevado, unas maneras actuales de pensar y conducirse que subyuguen por lo refinadas y selectas. Un aspecto de este tema, que no quiero pasar por alto de ninguna manera, sería el de los Equipos de Formadores como concreción muy expresiva de la capacidad receptora de la comunidad religiosa cultivada. Y es que, efectivamente, para el que ingresa en un Instituto de vida consagrada su inserción en el grupo se realiza principalmente y de ley ordinaria a través de esos religiosos — los formadores— , que son los que tienen a su alcance en la práctica. Pero eso quiere decir que ese pequeño grupo de formadores es quien le da la pauta de la calidad de

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