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368 MIGUEL G. ESTRADA tada hacia Dios. Interesa, por consiguiente, subrayar este aspecto con­ creto al hablar de la capacidad acogedora de la comunidad religiosa. Desde luego, la comunidad religiosa debe ser un mundo especial en el que, como tarea específica y del todo natural, se viva la llamada y la experiencia de Dios. La comunidad religiosa debe girar en torno a esta meta: buscar y vivir a Dios. Dios es la razón fundamental de su existencia especial. Y esto no puede olvidarlo a no ser que quiera trai­ cionarse a sí misma y quedar flotando en el vacío, carente de sentido. Sin entrar en justificaciones —en parte están hechas al principio de este artículo— , retengamos la afirmación que es lo que aquí debe que­ dar muy claro: para que el grupo de consagrados tenga una razón de ser, y lógicamente tenga capacidad de acogida, debe vivir de Dios y con Dios. Pero esto quiere decir, entre otras cosas, que todo debe estar orientado y supeditado en la comunidad religiosa a la creación y viven­ cia de ese encuentro con Dios. Programar el vivir religioso primando otras tareas u otros fines que no sean ese, es despistarse fundamen­ talmente de meta, es perder de vista la razón fundamental de ser. A lo mejor parecería que esto hay que darlo por supuesto, como si fuera imposible que la comunidad religiosa se apartara de su fin primordial. Pues bien; hay que decir que cabe el despiste y la desorientación. Desde luego es posible ya que determinados grupos de consagrados estén, a nivel de programación, olvidando inconscientemente que lo primario para ellos debe ser su trato con Dios. Pero sobre todo es posible —y hay que añadir que en la práctica, es no sólo posible sino real— , el que ciertas comunidades religiosas estén conscientemente va­ lorando como fin prioritario de su existencia no su trato y su vida con Dios sino otros objetivos. Sólo que en estos casos existe una lamentable desorientación. Y urge que los grupos religiosos que la padecen sepan reaccionar con decisión. Y orientar correctamente su vivir. A la base de la existencia de una comunidad religiosa no se puede dar otro fin último que no sea éste: vivir de Dios y con Dios. Por lo demás, esto es lo que buscan las vocaciones religiosas que surgen hoy, las mejores de esas vocaciones sobre todo. Cuando alguien se decide a ingresar en un Instituto religioso, aunque no lo diga con palabras, es seguro que lo que busca primariamente es insertarse en un grupo de personas con los que convivir el encuentro con Dios. Exis­ ten a este propósito encuestas muy iluminadoras, hechas entre aspi­ rantes a la vida religiosa. Según esas encuestas es la conversión a Cristo

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