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362 MIGUEL G. ESTRADA B) Capacidad de acogida Pero la comunidad religiosa que quiere llamar auténticamente en un plan vocacional necesita también estar cultivada y sensibilizada para recibir al que llega. Lo contrario sería cumplir el propio intento sólo a medias; lo cual, en este caso, sería tanto como no cumplirlo en absoluto. El grupo humano que acoge a alguien responsablemente tiene que brindar a ése que llega a él un ambiente gratificante a todos los niveles. Se trata, entonces, de que la comunidad religiosa sea cons­ ciente de que no todo está hecho, ni mucho menos, con lo que podría­ mos llamar labor de reclamo y captación. Tras la llamada y la captación está la acogida, la sedimentación, el acompañamiento y la fructificación de aquello que se recibe. Pero indudablemente esto supone una con- cienciación y unos comportamientos muy definidos en la comunidad religiosa. No que tengan que cultivarse en la comunidad religiosa acti­ tudes hipócritas, que a la larga no engeñarían a nadie. Ni que tengan que inventarse virtudes sofisticadas y antinaturales, que resultarían también ineficaces en última instancia. Esa concienciación y comporta­ mientos valen tanto como decir responsabilización ante lo que se es, solo eso. La comunidad religiosa sabe recibir al que llega a ella con intención de pasar a ser uno más del grupo, cuando encarna respon­ sablemente y con naturalidad una serie de actitudes que brotan del todo naturalmente de la reflexión sobre su propio ser. ¿Cuáles son esas actitudes? Muchas, claro está, y no voy a pretender enumerarlas todas aquí. Quisiera decir algo de ciertas actitudes y comportamientos que me parecen básicos y que debe adoptar toda comunidad religiosa que quiera recibir con garantías, que quiera ser gratificante para cualquier posible aspirante que llegue a ella. a) Saber compartir Quizás podamos decir, en un primer momento, que la comunidad religiosa que quiera recibir dignamente a alguien en su vida tiene que estar preparada para compartir, para intercomunicarse profundamente a nivel de grupo, para convivir según el sentido más universal y más exigente de este verbo. Se trata de un talante previo e insustituible a adoptar por cualquier comunidad religiosa que se quiera acogedora en un plan vocacional. Seguramente que será necesario que goce de otras muchas cualidades. Pero, tal vez, como clima que posibilite el desarro-

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